Eco Umberto apocalipticos e integrados
Dividido en tres secciones (aunque también la introducción es de lectura imprescindible): 1)Alto, medio, bajo; 2) Los personajes; 3) Los sonidos y las imágenes; el libro asume con rigor la tarea pedagógica de ajustar los conceptos fundamentales (como kitsch; high, middle y lowbrow; midcult); para luego ahondar en ejemplos de productos de comunicación masiva hasta obtener, gracias a su desglose y análisis a conciencia, ciertas hipótesis respecto a su funcionamiento y lo que los diferenciade lo que pomposamente podríamos llamar “obras de arte”. Vean esta diferenciación entre casos típicos y casos tópicos:
Podemos definir como obra de arte la narración que produce figuras capaces de convertirse en modelos de vida y en emblemas sustitutivos del juicio de nuestras experiencias. Las demás obras producen “tipos” que únicamente por costumbre del lenguaje podemos calificar detales: útiles e inocentes, nos ayudan con aquellos módulos imaginativos que se consumen en la impresión no profundizada, y su utilización tiene la felicidad inventiva, a partir de una chispa de vida, se extrae una situación narrativa. Sería mejor definir estos productos literarios como topoi, como luoghi, fácilmente convencionalizables.
Establecer claramente esta discriminación es necesario, ya nopor una intención snob o clasista, sino para hacer de nuevo evidente lo que el uso y la costumbre ha vuelto invisible: el arte inquieta por su imprevisibilidad; el producto masivo inmoviliza porque sus esquemas son iterativos y la redundancia es su regla.
El “hombre-masa”, tal como lo conciben los teóricos “apocalípticos” es un hombre pasivo, inmóvil consumidor, un ser apolítico en su últimaexpresión. Siguiendo el pensamiento apocalíptico, uno podría llegar a pensar que todo producto masivo, con su tendencia a la evasión y la distracción, debería ser erradicado para que así vivamos en “el mundo perfecto del arte”. Eco, situado en su rol de mediador, relativiza el dilema (o lo enfoca):
La narrativa de la redundancia aparece como indulgente invitación al descanso, como una ocasiónúnica de real distensión ofrecida al consumidor (…) Cuando se considera el problema bajo este ángulo se siente uno tentado a mostrar ante los fenómenos de entretenimiento evasivo una mayor indulgencia, y a reprocharse por haber puesto en práctica un ácido moralismo sobre algo que es inocuo y a veces beneficioso. Pero el problema cambia de aspecto cuando el placer por la redundancia pasa de ser...
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