Ejemplo de crónica
808tarde
Cuando el momento llega
La muerte siempre me pareció interesante. Todas las personas al nacer están
condenadas a morir, siempre estuve consciente de este hecho. Admito que
muchas veces tuve el morbo de querer presenciar una muerte, era un deseo, que
aunque no lo recordaba siempre, estaba ahí.
La habitación era más pequeña de lo que recordaba, todas aquellas personas
que le importaban estaban ahí, algunos sentados, otros parados. Nadie cruzaba
miradas, el silencio que gobernaba el ambiente no producía calma, todos
recordaban momentos junto a ella. El único sonido que se escuchaba
eventualmente era un respiro forzoso, provocado por ella, cargado de cansancio,
que nos producía más dolor del que ya sentíamos. Baje la mirada, crucé las
manos y traté de recordar: ¿Cómo comenzó todo esto?
Me encontraba en el tercer piso de mi casa bajando las escaleras rápidamente, el
viento golpeaba mi rostro, mis párpados se juntaban y mi visión se nublaba, pero
a mí no me importaba, era de noche, una de esas noches naranjas y sin estrellas,
que causan pena y nostalgia, a lo lejos, cerca de la puerta principal del primer
piso, la camilla que la llevaba sonaba fuertemente, haciéndose notar, emitiendo
un sonido similar al de un carrito de supermercado cuando va por concreto puro.
De repente, escuche voces, muchas, pero de entre tantas destacó una que dijo:
“Callense, ahí viene”.
El sonido de la camilla se detuvo. A lo lejos escuchaba saludos, todos lo hacían
como si hubiera llegado de viaje, mi velocidad que tenía al bajar disminuyó en el
transcurso del segundo al primer piso, aun no entiendo por qué. Al llegar al primer
piso, con la cabeza ya inclinada esperando hallarla con la mirada en el primer
intento, la localice, estaba allí feliz, sonriendo, con una flacura de hospital en el
rostro, envuelta con una manta ocre, mirando a todos y adaptándose nuevamente
al hogar que ella construyó.
De nuevo en habitación en la que se encontraba era la fiel copia de un dormitorio
de hospital, pensé, el color celeste claro, la camilla inclinable, los dos balones
gigantes de aire que se encontraban atrás de ella, ayudaba a fomentar ese
ambiente. De pronto comenzó a producir sonidos incomprensibles, que todos
interpretamos como quejas de dolor, mi tía, su enfermera personal durante esos
días, comenzó a preguntarle qué le pasaba, sin ninguna clase de respuesta
entendible, todos comenzaron a opinar, el silencio se rompió, es dolor, aplícale la
“medicina” dijo mi prima mayor, se refería a la morfina, todos teníamos mucho
cuidado con los términos que empleabamos cuando estábamos cerca de ella,
siempre escucha lo que decimos advertía mi prima, mi tía se dirigió al lugar
donde se encontraban todos sus medicamentos, sacó una ampolla, la introdujo en
la jeringuilla que había comprado con anterioridad y la aplico directamente a unavía que estaba conectada a su muñeca derecha. Pasaron 5 minutos y las quejas
cedieron, volví a bajar la cabeza y a recordar una vez más.
En el segundo piso de mi casa se encontraba su cuarto, pero visto que no podría
subir, acondicionamos nuestro comedor para que sea su habitación. Pusimos una
alfombra sobre todo el piso del cuarto, para que no transmita frío, compramos
calefacción, pintamos las paredes, compramos cortinas nuevas para las
ventanas, y bajamos la televisión que se encontraba en su cuarto original. Habían
dos camas en la habitación, una especialmente para ella, idéntica a la un hospital,
de metal, inclinable, con un colchón anti escaras que evitaría el daño al estar
largas horas sentada o echada, y otra ...
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