El Diario Secreto De Ana Bolena Robin Maxwell

Páginas: 406 (101369 palabras) Publicado: 9 de julio de 2015
EL DIARIO
SECRETO DE ANA
BOLENA
Al alcanzar el
trono
de
Inglaterra, la
joven Isabel I
recibe
en
secreto el diario
de su madre
fallecida. Éste
revela
la

relación
que
Ana
Bolena
mantuvo
con
Enrique VIII; el
cortejo al que la
sometió el rey;
el rechazo a
convertirse en
su amante y su
posterior
asentimiento con
el
consecuente
desafío a la
Iglesia-;
su

lucha por la
obtención de un
lugar en lacorona para su
hija
y
su
ejecución final
en la Torre de
Londres
acusada
de
adulterio.
A
medida
que
Isabel descubre
a la madre que
nunca conoció y
comprende la

injusticia que se
cometió
con
ella, el lector se
adentra en el
relato
para
desvelar uno de
los
misterios
más oscuros de
la historia: por
qué Isabel I,
apodada
'La
Reina Virgen',
decidió
no
casarse ni tener
descendencia,

acabando así
con ladinastía
más poderosa
que jamás haya
gobernado
Inglaterra.

Autor: Maxwell Robin
ISBN: 9788435061506

El diario secreto de
Ana Bolena
ROBIN MAXWELL

A mi madre

Isabel
—¡Por Dios! —tronó Isabel—.
¿Es que no vais a concederme ni un
día de respiro en este enojoso
asunto? Me dais dolor de cabeza.
Los consejeros de la reina apenas
podían acordar su paso con las
grandes zancadas de aquella mujer
deextraordinaria estatura que
atravesaba la gran explanada del
palacio de Whitehall en dirección a
su caballo.
Su primer consejero, William

Cecil, un hombre serio y formal de
mediana edad, se debatía entre la
admiración y el abatimiento frente a
su nueva y joven reina. Iba vestida
con un traje de montar de terciopelo
negro y dejaba flotar libremente su
larga cabellera rojiza. A sus
veinticincoaños, Isabel Tudor era
menos testaruda que temeraria. Ajena
a cuanto tuviera algún parecido con
la mesura, poseía un ingenio agudo y
un descaro en el hablar impropio de
un monarca inglés. Con todo, debía
admitir su gran inteligencia. Hablaba
seis lenguas con la misma fluidez que

la propia y hacía gala de un
magnetismo igual al que había
irradiado su padre, Enrique VIII, a lo
largo de su dilatada yturbulenta
vida. Si al menos, se lamentaba
Cecil, no hallara tanto deleite en
zaherir a los grandes señores que
había elegido como consejeros…
—Ruego a Su Majestad que
reflexione sobre lo tocante al
archiduque Carlos —sugirió Cecil, a
riesgo de avivar aún más el enojo de
la reina—. Además de ser el mejor
partido de la cristiandad, dicen de él
que, para ser hombre, es gallardo y

de buen parecer.—Y lo que es aún más
importante —agregó Isabel con
expresión maliciosa—, de buenos
muslos y buenas piernas.
—Me han dicho que aunque es
algo cargado de hombros no se le
nota cuando va a caballo —añadió
lord Clinton con la esperanza de
ganar algún terreno.
Isabel, sin embargo, se detuvo en
seco y se volvió de forma tan
repentina hacia sus consejeros que
éstos chocaron entre sí, como
comparsas de unapantomima.

—¡Pues a mí me han dicho que es
un joven monstruo con una enorme
cabeza! A fe mía que los partidos
que me ofrecéis me inclinan bien
poco a casarme.
—El príncipe Eric es un…
—Un mentecato sueco —
concluyó Isabel.
—Pero es muy rico, Majestad, y
generoso en extremo.
—¿Y esa ridícula delegación que
vino a la corte, todos sonriendo
como bobalicones, vestidos de
carmesí con esos corazonesde

terciopelo bordados y atravesados
por una flecha? —Isabel puso los
ojos en blanco—. ¿Me pedís que me
plantee casarme con el rey de
Francia, que nos ha robado Calais, el
único puerto que nos quedaba en el
continente? ¿O con Felipe, el viudo
de mi hermana la reina, ese español
tan devoto, tan católico? Vamos,
caballeros, ¿no se os ocurre otra
cosa?
—¿Acaso los pretendientes
ingleses son más devuestro agrado?
—¿Los pretendientes ingleses?
Isabel suavizó su mirada,

mientras una sonrisa afloraba en sus
labios. Luego giró sobre sí y, con
paso más apaciguado, reemprendió
la marcha hacia el bello alazán
enjaezado con una gualdrapa
ribeteada de oro y hacia el alto y
apuesto joven que la esperaba con
las riendas en la mano. Cecil miró a
Robert Dudley, el palafrenero de la
reina, con...
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