el diosero:nuestra señora de nequeteje

Páginas: 10 (2322 palabras) Publicado: 12 de noviembre de 2013
NUESTRA SEÑORA DE NEQUETEJÉ EL DIOSERO Francisco Rojas González
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El ―test‖ de la psicoanalista nos interesó a todos. Ella había llevado a la
expedición un álbum con reproducciones de obras maestras de la pintura. Ahí
estaban, por ejemplo, la rolliza y saludable Lavinia de Ticiano; el Napoleón de
David con el índice erecto, el gesto brioso y jinete en potro plateado; laGiocinda de Leonardo de Vinci, sonriente al arcano; la Isable de Valois, a quien
Pantoja de la Cruz colmó de prestigio y realeza en muecas y joyas; el ―Hombre‖
visto por Theotocópuli; el ―Sollozo‖ de Siqueiros, donde la mujer empuña el
dolor en escalofriante actitud; el patético ―Tata Jesucristo‖ de Goitia; el
―Zapata‖ de Diego, santón bigotudo, baqueano de hambrientos y
portaestandarte decausas albeantes como los calzones blancos y la blanca
sonrisa de los indios; la ―Trinchera‖, encrucijada de tragedia y nidal de
maldiciones, en que José Clemente Orozco vació la intención en forma y erigió
la protesta en colores y, en fin…
Los indígenas de aquel lugarejo —Nequetejé—, de aquella aldehuela
perdida en las rugosidades de la Sierra Madre, miraban y miraban con
admiracióncallada las láminas que despertaban en ellos excelencias y calidades
agazapadas entre el moho de sus afrentas y el humazo de sus recelos. La vista
punzante sobre los cromos y en las pupilas dilatadas por el pasmo, las gamas,
los tonos y las formas reflejadas con la misma saña, con la misma furia con que
el impacto estético había lesionado más los corazones que los cerebros.
Después delasombro, una reacción nueva que ya no era el aturdimiento ni
la maravilla, sino el estupor hierático, sordo, desconcertante.
Cuando la psicoanalista arrancaba de su arrobamiento a los sujetos, con
preguntas tendientes a clarificar los enigmas, los indios no eran elocuentes: dos
o tres monosílabos jalados con trabajo, que denotaban evidentemente una
predilección hacia la forma sobre elcolor, al que hacían —en su valoración de
la obra de arte— preceder a la composición y al significado, los que, en todo
caso, tomaban un sitio menor en sus apreciaciones, quizás por lejanía o tal vez
por armonía de concepto… Pero lo que resultaba inconcuso, era el interés que
aquellas geniales máculas despertaban en los llamados ―primitivos‖ por los
antropólogos, ―retrasados‖, según elconcepto de los etnólogos, o ―prelógicos‖
en opinión de nuestra gentil compañera de investigación, la freudiana
psicoanalista.
Era de ver cómo los padres llevaban en caravanas a sus hijos, cómo los
ancianos dirigían sus trémulos pasos hacia la escuelita rural en donde habíamos
instalado nuestro laboratorio, cómo todos se echaban sobre el pupitre en el que
descansaba el álbum y cómo cadaestampa era recibida con emoción general
que hacía rumor y provocaba palpitaciones inocultables. Había en particular
una lámina que incitaba la admiración colectiva: EL DIOSERO Francisco Rojas González
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―Ésa es la más chula‖… ―La más galana‖, solía escucharse cuando pasaba
ante los ojos alucinados.
―Linda como ninguna‖, decían voces ensordecidas de timidez… Y la
Gioconda acentuaba sumueca absurda de esfinge sonriente, elocuentemente
indescifrable; luminosamente oscura. ―Es la más hermosa.‖
Ante la clara tendencia, la psicoanalista hacía un alto y entregaba la
emoción de los indios a nuestro estupor… Era cuando ella, igual que Monna
Lisa, sonreía, pero con una sonrisa inocua y transparente, sonrisa de triunfo,
porque, según su ciencia y su saber, había agarrado elcabo al complejo
colectivo.

Ya en México visité un día a la psicoanalista; deseaba ardientemente
conocer las conclusiones alcanzadas con el ―test‖ de la pintura. Ella se mostró
animosa y optimista, porque la prueba había resultado convincente; los indios
pames admiraban la forma y gustaban del color, al tiempo que desdeñaban las
excelencias de la composición y no advertían, tal vez,...
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