El Estreno

Páginas: 30 (7324 palabras) Publicado: 23 de marzo de 2015
EL ESTRENO

Al dar el reloj las cuatro, don Gregorio López, juez segundo civil de la provincia de san José, cerró de golpe el expediente que tenía en estudio, y haciendo retroceder el sillón de vaqueta en que a diario descansaba su flaca humanidad durante las hora s reglamentarias , se desperezó con fuerza estirando los brazos en cruz y apretando los puños, a la vez que su boca seabría tamaña en un largo bostezo que le humedeció los ojos. Había llegado la hora de marcharse, hora bendita para escolares y oficinistas. Don Gregorio se puso de pie y acabó de estirarse empinándose, como para despertar los músculos de las piernas, adormecidos por la prolongada inmovilidad. Luego dio tres pasos hacia la pared donde colgaba de una percha su sombrero de majestuosa forma judicial yse lo encasquetó hacia las orejas, según costumbre añeja, porque el juez pertenecía a la generación, ya casi extinguida de los que llevan el sombrero echado atrás y a medio abotonar el chaleco.
Armado de un paraguas inmenso, capaz de servir de albergue a una familia en caso de apuro, emprendió la marcha pasando por la secretaria del juzgado, contigua a su despacho, donde se despidió del secretarioy los escribientes con un afectuoso "hasta mañana". En el corredor tropezó con Juan Bias, el portero, que se desesperaba al ver casi todos sus colegas habían cobrado ya su liberad; pero don Gregorio López era un cronómetro ginebrino, un hombre de conciencia escrupulosa que no transigía con escamoteos de tiempos ni de trabajo:
Cuando iba a poner pie en la calle oyó una voz familiar que desdeel vestíbulo le preguntaba: "¿Qué hace Dios de esa vida, don Gregorio?" El juez se volvió para devolver el saludo de don Cirilo Vargas, magistrado de la Sala de Casación. Estrechándose las manos los dos hombres de ley, y después de mutuas interrogaciones afectuosas sobre el estado de las respectivas familias, siguieron juntos hasta la esquina del Palacio de Justicia, donde sedetuvieron a conversar un rato.
A poco se separaron con otro apretón de manos, partiendo don Cirilo en dirección al mercado, y el juez , con mucha prisa, hacia el parque central , porque amenazaba llover, y vivía lejos, en la plaza de la soledad. Más apenas había andado algunos pasos, cuando volviéndose de pronto llamó:
-¡Don Ci rilo! ¡Don Cirilo!
El de Casación se detuvo enactitud expectante; pero don Gregorio, que avanzaba con aire visiblemente perplejo y contrariado, se paró de nuevo diciendo.
-No es nada, don Cirilo. Perdone que haya llamado. Quería consultarle una duda que tengo, pero no corre prisa, será otro día, porque ya el agua se nos viene encima.
-Cuando usted quiera. Siempre me tiene a sus órdenes-respondió el magistrado.
El juez le dio las gracias ycontinuó su camino apresuradamente, porque el cielo se iba cerrando más y más o solo llevaba don Gregorio mucha prisa aquella tarde, sino también un humor endiablado. Al atravesar el Parque Central, desierto por la proximidad del aguacero, soltó dos o tres juramentos sordos y algunos retazos de lo que iba rumiando: "¡Maldita mujer! ... ¡qué afán de ponerme en ridículo! y luego exclamó parándose:"¡Yo no le lo digo a don Cirilo!" Esta resolución violenta pareció calmarlo un poco, y corno empezaba a caer goterones que sonaban recio obre lo tejados vecinos, requirió el paraguas que llevaba debajo del brazo, a la funerala, y echó a andar con toda la velocidad que le permitían sus pobres piernas envejecidas en las butacas de veinte oficinas públicas y una uña encamada que era uno de los tormentosde su vida.
Cuando llegó a su casa todas las cataratas del cielo se precipitaron sobre la capital, circunstancias que atizó de nuevo el cólera, porque tenía tal horror a mojarse, que las malas lenguas aseguraban que desde el bautismo no le había tocado agua; y aunque es probable que en esto hubiera alguna exageración, es cierto que don Gregorio creía firmemente en la...
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