El Mono Engreído

EL MONO ENGREÍDO

En 2009 se cumplen 400 años de los descubrimientos astronómicos de Galileo, publicados en su obra “Sidereus Nuncius” (mensajero celestial), así como el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin, “el padre del evolucionismo”, y el 150 aniversario de la publicación de su obra “El origen de las especies”.
Tanto la ciencia cosmológica de Galileo como la ciencia biológica deDarwin hacen una aportación sustancial a nuestra comprensión de la realidad natural y humana y algunas de sus peripecias vitales y tribulaciones nos hablan con elocuencia de la grandeza y debilidades de los de nuestra condición. Ambos son exponentes máximos de la permanente batalla del rigor científico frente a un dogmatismo religioso, que a veces pretende suplantarlo, y a un academicismodemasiado afecto al criterio de autoridad (Aristóteles, la Biblia,…). La tarea desmitificadora, prometeica, emprendida por estos precursores tuvo honda repercusión pues afectaba a algunas de las más firmes convicciones sobre las que se sustentaba la imagen que, del mundo y de sí, tenían sus contemporáneos: que la Tierra era el centro de giro de todos los cuerpos celestes y que el hombre era el rey de lacreación (o, transcurrido el tiempo, el propósito de la evolución). Las dos son munición del mayor enemigo del progreso científico: el prejuicio antropocéntrico.
En el caso de Galileo lo que celebramos no es la invención del telescopio sino su conversión, por parte del científico pisano, en fuente de evidencias a favor del sistema copernicano (Heliocentrismo). Mejorado por Galileo, esteartilugio, primeramente usado para el divertimento, sirvió al progreso de la astronomía, al advenimiento de la nueva ciencia y a la destrucción de la imagen aristotélico-medieval del universo. Sus mayores detractores fueron los académicos de su tiempo que negaban lo evidente bajo la premisa de que aquél era un invento del diablo destinado a distorsionar nuestra límpida, desinteresada y admirativa miradasobre el orbe creado. Pero también la Iglesia Católica que, amenazada por la Reforma, se mostraba intransigente con toda novedad científica que no se ajustase a la ortodoxia o no fuese susceptible de una interpretación teológica adecuada. Este era el caso del copernicanismo, en cuanto sistema realista, cuya defensa a ultranza por parte de Galileo habría de costarle más de un disgusto. Parece queGalileo esperaba encontrar en el Papa Urbano VIII, de quien había recibido muestras de aperturismo y amistad siendo todavía cardenal, apoyo para reemprender su proyecto de difusión del copernicanismo, a pesar de haber sido ya amonestado. Pero, para su decepción más que su sorpresa, la obra que concibió con ese propósito pedagógico, “Diálogo sobre los dos grandes sistemas del mundo” (Geocentrismo yHeliocentrismo), fue prohibida y él obligado por la Inquisición a abjurar de sus ideas heliocéntricas. Arguyen los historiadores que tal vez sus enemigos llevaron al Papa al convencimiento de que el personaje Simplicio (Simplón) de su Diálogo, a través del cual Galileo defendía los postulados geocentristas, era el sosias de su santidad. Un insulto inaceptable para tan alta dignidad.
Lasobservaciones y evidencias telescópicas de Galileo pusieron la primera piedra de una concepción unitaria del universo, de una conciliación entre la mecánica celeste y la terrestre. La similitud entre la orografía lunar (antes concebida como una esfera cristalina, lisa y uniforme) y la terrestre venía a disipar la vieja concepción aristotélica de un orbe celeste etéreo e incorruptible. Una idea que sirvióen la Edad Media de metafórica antesala del cielo salvador (de modo semejante a como pensaba Platón que los entes matemáticos, ontológicamente superiores a los físicos, nos podrían ayudar a concebir la plenitud perfecta de las ideas). Por otra parte, el hecho de que la Vía Láctea se revelase al telescopio como una miríada de estrellas hacía que la hipótesis de un universo infinito se tornase...