El Oro Del Rey

Páginas: 245 (61015 palabras) Publicado: 12 de noviembre de 2012
LAS AVENTURAS

DEL

CAPITÁN

ALATRISTE

ARTURO

PÉREZ-REVERTE

ALFAGUARA

© 2000, Arturo Pérez-Reverte © 2000, Grupo Santillana de Ediciones, S. A.

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A Antonio Cardenal, por diez años de amistad, cine y estocadas.

¿Qué se saca de aquesto? ¿Alguna gloria? ¿Algunos premios, oaborrecimiento? Sabrálo quien leyere nuestra historia. Garcilaso de la Vega

I. LOS AHORCADOS DE CÁDIZ
«Ya estamos muy abatidos, porque los que nos han de honrar nos desfavorecen. El solo nombre de español, que en otro tiempo peleaba y con la reputación temblaba de él todo el mundo, ya por nuestros pecados lo tenemos casi perdido...»

Cerré el libro y miré a donde todos miraban. Después de varias horasde encalmada, el Jesús Nazareno se adentraba en la bahía, impulsado por el viento de poniente que ahora henchía entre crujidos la lona del palo mayor. Agrupados en la borda del galeón, bajo la sombra de las grandes velas, soldados y marineros señalaban los cadáveres de los ingleses, muy lindamente colgados bajo los muros del castillo de Santa Catalina, o en horcas levantadas a lo largo de laorilla, en la linde de los viñedos que se asomaban al océano. Parecían racimos de uvas esperando la vendimia, con la diferencia de que a ellos los habían vendimiado ya. –Perros –dijo Curro Garrote, escupiendo al mar. Tenía la piel grasienta y sucia, como todos nosotros: poca agua y jabón a bordo, y liendres como garbanzos después de cinco semanas de viaje desde Dunquerque por Lisboa, con los veteranosrepatriados del ejército de Flandes. Se tocaba con resentimiento el

5 brazo izquierdo, medio estropeado por los ingleses en el reducto de Terheyden, contemplando satisfecho la restinga de San Sebastián; donde, frente a la ermita y su torre de la linterna, humeaban los restos del barco que el conde de Lexte había hecho incendiar con cuantos muertos propios pudo recoger, antes de reembarcar asu gente y retirarse. –Han ajustado lo suyo –comentó alguien. –Más lucido sería el cobro –apostilló Garrote– si nosotros llegáramos a tiempo. Se le traspasaban las ganas de colgar él mismo algunos de aquellos racimos. Porque ingleses y holandeses habían venido sobre Cádiz una semana atrás, tan prepotentes y sobrados como solían, con ciento cinco naves de guerra y diez mil hombres, resueltos asaquear la ciudad, quemar nuestra armada en la bahía y apoderarse de los galeones de las flotas del Brasil y Nueva España, que estaban al llegar. Su talante vino más tarde a contarlo el gran Lope de Vega en su comedia La moza de cántaro, con el soneto famoso: Atrevióse el inglés, de engaño armado, porque al león de España vio en el nido... Y de esa manera había llegado el de Lexte, taimado, cruel ypirata como buen inglés –aunque los de su nación se adobaran siempre con fueros e hipocresía–, desembarcando mucha gente hasta rendir el fuerte del Puntal. En aquel tiempo, ni el joven Carlos I ni su ministro Buckingham perdonaban el desplante hecho cuando el primero pretendió desposar a una infanta de España, y se le en-

6 tretuvo en Madrid dándole largas hasta que terminó de vuelta a Londres ymuy corrido –me refiero al lance, que recordarán vuestras mercedes, en que el capitán Alatriste y Gualterio Malatesta estuvieron en un tris de agujerearle el jubón–. En cuanto a Cádiz, a diferencia de lo que pasó treinta años antes cuando el saco de la ciudad por Essex, esta vez no lo quiso Dios: nuestra gente estaba puesta sobre las armas, la defensa fue reñida, y a los soldados de las galeras...
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