El padrino

Páginas: 63 (15694 palabras) Publicado: 21 de agosto de 2014
papel color crema, que contenían dinero en efectivo. Nada de cheques ni objetos de regalo: billetes de banco y una tarjeta con el nombre de quien ofrecía el presente. La cantidad de dinero establecía el grado de respeto por el Padrino. Un respeto bien ganado. Don Vito Corleone era un hombre a quien todos acudían en demanda de ayuda, y nadie salía defraudado. Nunca hacía promesas vagas ni seexcusaba alegando que sus manos estaban atadas por fuerzas más poderosas que él mismo. No era necesario que uno fuera amigo suyo, como tampoco tenía importancia que uno no tuviera medios de devolverle el favor. Sólo existía una condición: que uno, uno mismo, proclamara su amistad hacia él. Y luego, por pobre que fuera el suplicante, Don Corleone asumía sus problemas y no se concedía descanso hastahaberlos solucionado. ¿Su premio? La amistad, el respetuoso título de “Don”, a veces el más íntimo de “Padrino”, y tal vez, sólo en prueba de agradecimiento y nunca con ánimo de lucro, algún que otro regalo, como una botella de vino casero o una canasta de taralles hechas especialmente para ser saboreadas en la mesa de Don Corleone el día de Navidad. Así pues, sólo se trataba de pruebas de amistad,una forma de reconocer que se estaba en deuda con él y que Don Vito, en cualquier momento, tenía el derecho de pedir, en pago, cualquier pequeño servicio que precisara. En el gran día de la boda de su hija, Don Vito Corleone estaba de pie ante la puerta principal de su casa de Long Beach para recibir a los invitados, todos gente conocida, personas de confianza. Muchos debían su éxito al Don, y enuna ocasión tan solemne se sentían con el derecho de llamarle “Padrino”. Ese día incluso el personal de servicio estaba formado por amigos suyos. El encargado del bar era un viejo camarada cuyo regalo había consistido en la aportación de todos los licores para la fiesta, además de sus servicios como experto barman. Los camareros eran amigos de los hijos de Don Corleone. La comida dispuesta sobre lasmesas del jardín había sido preparada por la esposa del Don y sus amigas, mientras que las amigas de la novia se habían encargado de la alegre decoración del jardín. Don Corleone recibía a todos –ricos y pobres, poderosos y humildes– con iguales muestras de afecto. Era su carácter. Los invitados se maravillaban en voz alta de lo bien que le sentaba el esmoquin; tanto, decían, que cualquierahubiera podido confundirlo con el novio. En la puerta, de pie junto a él, se hallaban dos de sus tres hijos. El mayor, de nombre Santino pero al que todo el mundo llamaba Sonny –menos su padre– recibía la admiración de los italianos más jóvenes, aunque los maduros lo miraban con recelo. Sonny Corleone era alto, teniendo en cuenta que pertenecía a la primera generación americana de una familia oriundade Italia. Medía un metro ochenta y su abundante cabellera ondulada le hacía parecer aún más alto. Su cara semejaba la de un Cupido gigantesco; sus facciones eran correctas, pero sus labios eran gruesos y sensuales, y su barbilla, con un
hoyuelo en el centro, resultaba casi obscena. De aspecto fuerte como un toro, se decía que su esposa odiaba tanto el lecho matrimonial como en otros tiemposhabían odiado la hoguera los infieles. Las malas lenguas habían llegado a afirmar que, de joven, cuando visitaba las casas de mala nota, las rameras más curtidas le pedían tarifa doble. Durante la fiesta nupcial, algunas señoras jóvenes uniformemente entraditas en carnes miraban a Sonny Corleone con ojos lánguidos. Sin embargo, aquel día concretamente estaban perdiendo el tiempo. A pesar de lapresencia de su esposa y de sus tres hijos de corta edad, Sonny Corleone tenía la vista puesta en Lucy Mancini, la dama de honor de su hermana. La muchacha, que conocía los planes de Sonny, estaba sentada junto a una de las mesas del jardín. Llevaba el traje de gala, con una tiara de flores encima de su lustroso pelo negro. Había flirteado con Sonny en el curso de la última semana, durante los ensayos...
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