El Pianista

Páginas: 246 (61314 palabras) Publicado: 28 de diciembre de 2012


Wladyslaw Szpilman escribió estas memorias al poco tiempo de terminar la guerra. Con una enorme frescura, impregnada no obstante de melancolía, describe en ellas sus experiencias personales y el ambiente de terror que rodeó a la población

social imperante en el gueto de Varso

judío por las huestes nazis, Szpilman nos acerca a una verdad fundamental: las guerras no son sóloconflictos entre naciones o ideologías políticas, sino finalmente enfrentamientos entre quienes albergan el más absoluto desprecio por la vida humana y quienes se mantienen firmes en la defensa de la fraternidad entre los hombres. Tal vez sea por esto por lo que, tantos años después de los hechos, diversos medios de prensa europeos y americanos (The Economist y Los Angeles Times, entre ellos) han coincidido en elegir las memorias de Szpilman como uno de los mejores libros de 1999 (año de su publicación en inglés), y Román Polanski ha anunciado su intención de rodar una película basada en ellas. La presente edición incluye también extractos del diario del capitán Wilm Hosenfeld, sin cuya ayuda es probable que Szpilman no hubiera logrado escapar con vida, y un epílogo del poeta alemán WolfBiermann.

EXTRACTOS DEL DIARIO DEL CAPITÁN WILM HOSENFELD 191 EPÍLOGO 209 1 La hora de los niños y de los locos

Comencé mi carrera como pianista de guerra en el Café Nowoczesna, que estaba en la calle Nowolipki, en el mismo corazón del gueto de Varsovia. Para la época en que se cerraron las puertas del gueto, en noviembre de 1940, hacía tiempo que mi familia había vendido todo lo que podíamosvender, incluso nuestra más preciada pertenencia doméstica, el piano. La vida, por demás insignificante, me había obligado sin embargo a vencer mi apatía y buscar alguna forma de ganarme el sustento;

gracias a Dios, había encontrado una. El trabajo me dejaba poco tiempo para cavilaciones, y la conciencia de que toda mi familia dependía de lo que yo ganara me ayudó a superar poco a poco mianterior estado de amargura y desesperación. Mi jornada laboral comenzaba a primera hora de la tarde. Para llegar al café tenía que recorrer un laberinto de callejuelas que se adentraban en el gueto o, si por el contrario me apetecía observar las emocionantes actividades de los contrabandistas, podía rodear el

muro. Las primeras horas de la tarde eran las mejores para el contrabando. Los policías,agotados tras una mañana de llenarse los bolsillos, estaban menos alerta, ocupados en hacer recuento de sus ganancias. Inquietas figuras se asomaban a las ventanas y portales de los bloques de viviendas situados a lo largo del muro. y volvían a ocultarse, esperando con impaciencia el tableteo de un carro o el estruendo del tranvía. De vez en cuando el ruido al otro lado del muro se hacía

másintenso y, al paso de un carro tirado por caballos al trote, se oía la señal convenida, un silbido, y volaban bolsas y paquetes por encima del muro. Quienes habían estado al acecho salían a la carrera de los portales, agarraban a toda prisa el botín, volvían de nuevo al interior y un engañoso silencio, lleno de expectación, nerviosismo y cuchicheos, volvía a caer sobre la calle minuto tras minuto.Los días en que la policía se ocupaba con más energía de su trabajo se oían ecos de disparos mezclados con el ruido de

las ruedas de los carros, y por encima del muro volaban, en lugar de bolsas, granadas de mano que explotaban produciendo fuertes estampidos y desconchones en las fachadas de los edificios. Los muros del gueto no alcanzaban el suelo en toda su longitud. A intervalos habíalargas aberturas en la base, por las cuales afluía agua que procedía de las zonas arias de la ciudad y circulaba junto a las aceras judías. Los niños usaban esas aberturas para el contrabando. Se podían ver diminutas figuras

negras de piernas escuálidas, con unos ojos que lanzaban a hurtadillas miradas aterrorizadas a izquierda y derecha, corriendo hacia los huecos desde todos lados. Después unas...
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