El Proceso Histórico De La Refoma Social: Orígenes, Desarrollo Y Crisis Del Estado Del Bienestar (Algo Va Mal. Tony Judt).
Páginas: 19 (4726 palabras)
Publicado: 6 de noviembre de 2012
EL PROCESO HISTÓRICO DE LA REFOMA SOCIAL: ORÍGENES, DESARROLLO Y CRISIS DEL ESTADO DEL BIENESTAR (ALGO VA MAL. TONY JUDT).
Tony Judt comienza su obra advirtiendo de que el estilo materialista y egoísta de la vida contemporánea no es inherente a la condición humana, sino que gran parte de lo que hoy nos parece “natural” data de la década de 1980: la obsesión por la creación de riqueza, elculto a la privatización y el sector privado, las crecientes diferencias entre ricos y pobres. Y, sobre todo, la retórica que los acompaña: una admiración acrítica por los mercados no regulados, el desprecio por el sector público, la ilusión del crecimiento infinito, y por el modelo anglosajón de “libre empresa”, “sector privado”, “eficiencia”, “beneficios” y “crecimiento”.
La crisis financierade 2008 fue un recordatorio de que el capitalismo no regulado es el peor enemigo de sí mismo: más pronto o más tarde está abocado a ser presa de sus propios excesos y a volver a acudir al Estado para que lo rescate. Durante los primeros años del siglo XXI, el “consenso de Washington” albergaba economistas o “expertos” (en nómina de los grandes poderes económicos y financieros) que exponían lasvirtudes de la desregulación, el Estado mínimo y la baja tributación. Todos sucumbían ante lo que se ha denominado el “pensamiento único”. Sin embargo, no han visto con malos ojos que, para evitar el derrumbamiento del sistema financiero, los gobiernos y los bancos centrales hayan “inyectado” dinero público a la banca para evitar el colapso del sistema capitalista.
La necesidad práctica deEstados fuertes y gobiernos intervencionistas está fuera de discusión. Pero nadie está “repensando” el Estado. Sigue habiendo una marcada renuencia a defender el sector público en nombre del interés colectivo o por principio. Incomprensiblemente, Tony Judt se asombra de que en una serie de elecciones que se han celebrado en Europa después de la crisis financiera, los partidos socialdemócratas hayanobtenido malos resultados; a pesar del derrumbamiento del mercado, han sido a todas luces incapaces de estar a la altura de las circunstancias: han gobernado contra su base social siguiendo los dictados de los mercados y allanando el camino a la derecha.
Para comprender la situación actual, Tony Judt hace un repaso histórico desde finales del siglo XIX hasta la década de 1970, periodo en el que lassociedades avanzadas de Occidente se volvieron cada vez menos desiguales. Gracias a la tributación progresiva, los subsidios del gobierno para los necesitados, la provisión de servicios sociales y garantías contra las situaciones de crisis, las democracias modernas se estaban desprendiendo de sus extremos de riqueza y pobreza.
Durante las largas décadas de “igualación”, la idea de que talesmejoras podrían mantenerse se convirtió en lugar común. Las reducciones en la desigualdad se autoalimentaban: cuanto más iguales nos hacíamos, más iguales creíamos que se puedía ser. Por el contrario, treinta años de desigualdad creciente han convencido a los ingleses y estadounidenses en particular de que ésta es una condición natural de la vida sobre la que cabe hacer poco.
En la medida en quehablamos de aliviar los males sociales, suponemos que el “crecimiento” económico es suficiente: la difusión de la prosperidad y los privilegios fluirá naturalmente de un aumento en el pastel. Por desgracia, todos los indicios sugieren lo contrario. Mientras que en los periodos difíciles tendemos a aceptar la redistribución como necesaria y posible, en una era de abundancia el crecimiento económicosuele privilegiar a la minoría, al tiempo que acentúa las desventajas relativas a la mayoría.
Nuestros sentimientos morales se han corrompido. Nos hemos vuelto insensibles a los costes humanos de políticas sociales en apariencia racionales, especialmente cuando se nos dice que contribuirán a l prosperidad general y, de esta forma- implícitamente- a nuestros intereses individuales.
Además,...
Tony Judt comienza su obra advirtiendo de que el estilo materialista y egoísta de la vida contemporánea no es inherente a la condición humana, sino que gran parte de lo que hoy nos parece “natural” data de la década de 1980: la obsesión por la creación de riqueza, elculto a la privatización y el sector privado, las crecientes diferencias entre ricos y pobres. Y, sobre todo, la retórica que los acompaña: una admiración acrítica por los mercados no regulados, el desprecio por el sector público, la ilusión del crecimiento infinito, y por el modelo anglosajón de “libre empresa”, “sector privado”, “eficiencia”, “beneficios” y “crecimiento”.
La crisis financierade 2008 fue un recordatorio de que el capitalismo no regulado es el peor enemigo de sí mismo: más pronto o más tarde está abocado a ser presa de sus propios excesos y a volver a acudir al Estado para que lo rescate. Durante los primeros años del siglo XXI, el “consenso de Washington” albergaba economistas o “expertos” (en nómina de los grandes poderes económicos y financieros) que exponían lasvirtudes de la desregulación, el Estado mínimo y la baja tributación. Todos sucumbían ante lo que se ha denominado el “pensamiento único”. Sin embargo, no han visto con malos ojos que, para evitar el derrumbamiento del sistema financiero, los gobiernos y los bancos centrales hayan “inyectado” dinero público a la banca para evitar el colapso del sistema capitalista.
La necesidad práctica deEstados fuertes y gobiernos intervencionistas está fuera de discusión. Pero nadie está “repensando” el Estado. Sigue habiendo una marcada renuencia a defender el sector público en nombre del interés colectivo o por principio. Incomprensiblemente, Tony Judt se asombra de que en una serie de elecciones que se han celebrado en Europa después de la crisis financiera, los partidos socialdemócratas hayanobtenido malos resultados; a pesar del derrumbamiento del mercado, han sido a todas luces incapaces de estar a la altura de las circunstancias: han gobernado contra su base social siguiendo los dictados de los mercados y allanando el camino a la derecha.
Para comprender la situación actual, Tony Judt hace un repaso histórico desde finales del siglo XIX hasta la década de 1970, periodo en el que lassociedades avanzadas de Occidente se volvieron cada vez menos desiguales. Gracias a la tributación progresiva, los subsidios del gobierno para los necesitados, la provisión de servicios sociales y garantías contra las situaciones de crisis, las democracias modernas se estaban desprendiendo de sus extremos de riqueza y pobreza.
Durante las largas décadas de “igualación”, la idea de que talesmejoras podrían mantenerse se convirtió en lugar común. Las reducciones en la desigualdad se autoalimentaban: cuanto más iguales nos hacíamos, más iguales creíamos que se puedía ser. Por el contrario, treinta años de desigualdad creciente han convencido a los ingleses y estadounidenses en particular de que ésta es una condición natural de la vida sobre la que cabe hacer poco.
En la medida en quehablamos de aliviar los males sociales, suponemos que el “crecimiento” económico es suficiente: la difusión de la prosperidad y los privilegios fluirá naturalmente de un aumento en el pastel. Por desgracia, todos los indicios sugieren lo contrario. Mientras que en los periodos difíciles tendemos a aceptar la redistribución como necesaria y posible, en una era de abundancia el crecimiento económicosuele privilegiar a la minoría, al tiempo que acentúa las desventajas relativas a la mayoría.
Nuestros sentimientos morales se han corrompido. Nos hemos vuelto insensibles a los costes humanos de políticas sociales en apariencia racionales, especialmente cuando se nos dice que contribuirán a l prosperidad general y, de esta forma- implícitamente- a nuestros intereses individuales.
Además,...
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