El señor de los Anillos y el Retorno del Rey
Tolkien, J. R. R.
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LIBRO CINCO
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MINAS TIRITH
Pippin miró fuera amparado en la capa de Gandalf. No sabía si estaba despierto o si dormía,
dentro aún de ese sueño vertiginoso que lo había arrebujado desde el comienzo de la larga cabalgata. El
mundo oscuro se deslizaba veloz y el viento le canturreaba en los oídos. No veía nada más que estrellas
fugitivas,y lejos a la derecha desfilaban las montañas del sur como sombras extendidas contra el cielo.
Despierto sólo a medias, trató de echar cuentas sobre las jornadas y el tiempo del viaje, pero todo lo que
le venía a la memoria era nebuloso e impreciso. Luego de una primera etapa a una velocidad terrible y sin
un solo alto, había visto al alba un resplandor dorado y pálido, y luego llegaron a laciudad silenciosa y a
la gran casa desierta en la cresta de una colina. Y apenas habían tenido tiempo de refugiarse en ella
cuando la sombra alada surcó otra vez el cielo, y todos se habían estremecido de horror. Pero Gandalf lo
había tranquilizado con palabras dulces, y Pippin se había vuelto a dormir en un rincón, cansado pero
inquieto, oyendo vagamente entre sueños el trajín y lasconversaciones de los hombres y las voces de
mando de Gandalf. Y luego a cabalgar otra vez, cabalgar, cabalgar en la noche. Era la segunda, no, la
tercera noche desde que Pippin hurtara la Piedra y la escudriñara. Y con aquel recuerdo horrendo se
despertó por completo y se estremeció, y el ruido del viento se pobló de voces amenazantes.
Una luz se encendió en el cielo, u llamarada de fuego amarillo detrásde unas barreras
na
sombrías. Pippin se acurrucó, asustado un momento, preguntándose a qué país horrible lo llevaba
Gandalf. Se restregó los ojos, y vio entonces que era la luna, ya casi llena, que asomaba en el este por
encima de las sombras. La noche era joven aún y el viaje en la oscuridad proseguiría durante horas y
horas. Se sacudió y habló.
—¿Dónde estamos, Gandalf? —preguntó.
—En elreino de Góndor —respondió el mago—. Todavía no hemos dejado atrás las tierras de
Ano ríen. Hubo un nuevo momento de silencio. Luego:
—¿Qué es eso? —exclamó Pippin de improviso, aferrándose a la capa de Gandalf —. ¡Mira!
¡Fuego, fuego rojo! ¿Hay dragones en esta región? ¡Mira, allí hay otro!
En respuesta, Gandalf acicateó al caballo con voz vibrante.
— ¡Corre, Sombragris! ¡Llevamos prisa! Eltiempo apremia. ¡Mira! Gondor ha encendido las
almenaras pidiendo ayuda. La guerra ha comenzado. Mira, hay fuego sobre las crestas del Amon Din y
llamas en el Eilenach; y avanzan veloces hacia el oeste: hacia el Nardol, el Érelas, MinRimmon, Calenhad
y el Halifirien en los confines de Rohan.
Pero el corcel aminoró la marcha, y avanzando al paso, levantó la cabeza y relinchó. Y desde laoscuridad le respondió el relincho de otros caballos, seguido por un sordo rumor de cascos; y de pronto
tres jinetes surgieron como espectros alados a la luz de la luna y desaparecieron, rumbo al oeste.
Sombragris corrió alejándose, y la noche lo envolvió como un viento rugiente.
Otra vez vencido por la somnolencia, Pippin escuchaba sólo a medias lo que le contaba Gandalf
acerca de las costumbresde Gondor, y de por qué el Señor de la Ciudad había puesto almenaras en las
crestas de las colinas a ambos lados de las fronteras, y mantenía allí postas de caballería siempre prontas a
llevar mensajes a Rohan en el Norte, o a Belfalas en el Sur.
—Hacía mucho tiempo que no se encendían las almenaras del norte —dijo Gandalf—; en los
días de la antigua Gondor no eran necesarias, ya que entoncestenían las Siete Piedras.
Pippin se agitó, intranquilo.
—¡Duérmete otra vez y no temas! —le dijo Gandalf—. Tú no vas como Frodo, rumbo a Mordor,
sino a Minas Tirith, y allí estarás a salvo, al menos tan a salvo como es posible en los tiempos que corren.
Si Gondor cae, o si el Anillo pasa a manos del enemigo, entonces ni la Comarca será un refugio seguro.
—No me tranquilizan tus palabras...
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