El Trompo

Páginas: 14 (3316 palabras) Publicado: 6 de diciembre de 2012
EL TROMPO
(José Diez Canseco)

I

     Sobre el cerro San Cristóbal la neblina  había puesto una capota sucia que cubría la cruz de hierro. Una garúa de calabobos  se cernía entre los árboles lavando las hojas, transformándose en un fango  ligero y descendiendo hasta la tierra que acentuaba su color pardo. Las estatuas desnudas  de la Alameda de los Descalzos se chorreaban con el barroformado por la lluvia y el polvo acumulado en cada escorzo. Un policía, cubierto con su capote azul de vueltas rojas, daba unos pasos aburridos entre las bancas desiertas, sin una sola pareja, dejando la estela  fumosa de su cigarro. Al fondo, en el convento de los frailes franciscanos se estremecía la débil campanita como un son  triste.. 
     En esa tarde todo era opaco y silencioso. Losautomóviles, los tranvías, las carretillas repartidoras de cervezas y sodas, los "colectivos", se esfumaban en la niebla gris-azulada y todos los ruidos parecían lejanos. A veces surgía la estridencia característica de los neumáticos rodando sobre el asfalto húmedo y sonoro y surgía también solitario y escuálido, el silbido vagabundo del transeúnte invisible. Esta tarde se parecía a la tarde del valssentimental y huachafo que, hace muchos años, cantaban los currutacos de las tiorbas:
¡La tarde era triste,
la nieve caía!...
     Por la acera izquierda de la Alameda iba Chupitos, a su lado el cholo Feliciano Mayta. Chupitos era un zambito de diez años, con ojos vivísimos sombreados por largas pestañas y una jeta burlona que siempre  fruncía con estrepitoso sorbo. Chupitos le llamaron desde que undía, hacía un año más o menos, sus amigos le encontraron en la puerta de la botica de San Lázaro pidiendo:
     -¡Despáchabame esta receta!...
     Uno de los ganchos, Glicerio Carmona, le preguntó:
    -¿Quién está enfermo en tu casa?
    -Nadies...Soy yo que me ha salido unos chupitos... Y con "Chupitos" quedó bautizado el mocoso que ahora  iba con Feliciano, Glicerio, el bizco Nicasio,Faustino Zapata, pendencieros de la misma edad que vendían suertes o pregonaban crímenes, ávidamente leídos en los diarios que ofrecían. Cerraba la marcha Ricardo, el  famoso Ricardo que, cada vez que entraba  a un cafetín japonés a comprar un alfajor o un comeycalla, salía, nadie sabía cómo, con dulces o bizcochos para todos los feligreses de la tira:
     -¡Pestaña que tiene uno, compadre!
 Granpestaña, famosa pestaña que un día le falló, desgraciadamente, como siempre falla, y que costó una noche íntegra en la comisaría de donde salió con el orgullo inmenso de quien tiene la experiencia carcelera que él sintetizaba en una frase  aprendida de una crónica policial:
     -Yo soy un avesado en la senda del crimen...

     El grupo iba en silencio. El día anterior, Chupitos había perdido sutrompo, jugando a la "cocina" con Glicerio Carmona, ese juego infame  y taimado, sin gallardía de destreza, sin arrogancia de fuerza. Un juego que consiste en ir empujando el trompo contrario hasta meterlo dentro de un círculo, en la "cocina", en donde el perdidoso tiene que entregar el trompo cocinado a quien tuvo la habilidad rastrera  de saberlo empujar.
     No era ese un juego de hombres.Chupitos y los otros sabían bien que los trompos, como todo en la vida, deben pelearse a tajos y a quiñes, con el puñal franco de las púas sin la mujeril arteria del evangelio. El pleito tenía siempre que ser definitivo, con un triunfador y un derrotado, sin prisionero posible para el orgullo de los mulatos palomillas.
     Y, naturalmente, Chupitos andaba medio tibio por haber perdido su trompo.Le había costado veinte centavos y era de naranjo. Con esa ciencia sutil y maravillosa, que sólo poseen los iniciados, el muchacho había acicalado su trompo así como su padre acicalaba sus ajisecos y sus giros, sus cenizos y sus carmelos, todos esos gallos que eran su mayor y su más alto orgullo. Así como a los gallos se les corta la cresta para que el enemigo no pueda prenderse y patear a su...
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