Eloy Alfaro

Eloy Alfaro
Apenas a dos meses de producida la barbarie, un hijo de Alfaro la reconstruyó en un yo acuso estupendamente escrito, ampliamente documentado y narrado con vértigo cinematográfico.El 11 de agosto de 1911 Eloy Alfaro fue obligado a abandonar el poder y el país por facciones del liberalismo temerosas de que, aun reconociendo como legítima la elección de Emilio Estrada comopresidente, el viejo luchador intentase perpetuarse como jefe del Ejército.

La muerte de Estrada en diciembre, y las subsecuentes insurrecciones de Flavio Alfaro en Esmeraldas y sobre todo la de PedroMontero en Guayaquil, en contra de la designación de Leonidas Plaza como candidato oficial, trajeron a Alfaro de vuelta de Panamá, a petición expresa de Montero, en un papel de mediador y pacificadorque sus detractores nunca creyeron.

Acusado de intentar retomar el poder, y con el peso de sus casi 70 años y varias batallas militares a sus espaldas, con una enorme lista de deudos y agraviadospor el desgaste del ejercicio del poder absoluto y las intestinas disputas de un partido que, en palabras de Enrique Ayala Mora, no era tal (“los liberales eran el ejército, y los conservadores laIglesia; ahí no había partidos”), el viejo luchador acabó apresado junto a Montero y otros generales en mangas de camisa, tumbado en una hamaca en pleno centro de Guayaquil. Trasladado a la Gobernación,es probable que haya podido oír tanto la sentencia de degradación militar y cárcel que el tribunal expedito dictó contra Montero, como los dos tiros que con absoluta impunidad un par de militares ledieron ahí mismo. Luego, el cuerpo de Montero fue lanzado hacia la calle, mutilado y arrastrado hasta San Francisco, por una enfurecida turba que le sacó el corazón y exhibió su cabeza como trofeo.Ello ocurrió el 25 de enero de 1912, a pesar de que el propio general Plaza había acordado con Montero, en contra de la opi nión del presidente encargado Carlos Freile Zaldumbide, una capitulación...