emociones
Desde finales de los años 90 del siglo XX, pero sobre todo en la primera década del siglo XXI, los textos dedicados al estudio de la historia de las emociones se han multiplicado. Muchos de ellos han dedicado gran parte de sus esfuerzos a encontrarprecedentes, a realizar una genealogía del estudio histórico de las emociones que sirva de punto de partida a sus propios estudios. Estas genealogías coinciden en señalar una serie de nombres que, de una forma u otra, pueden considerarse precursores de este nuevo interés en las emociones como objeto histórico. Están, obviamente, los nombres clásicos señalados por Burke (Nietzsche, Huizinga, Febvre,Elias), junto a otros muchos procedentes de la escuela de Annales (Braudel, Ariès, Chartier), e historiadores americanos de la corriente llamada emocionología, principalmente Peter N. Stearns y Carol Z. Stearns[2]. Y pese a todo, pese a esta cadena de antecesores ilustres, todos los autores de estos textos comparten el análisis final de Burke: nunca, hasta este momento, se ha hecho historia de lasemociones. Las razones que se aducen son variadas: la misma naturaleza de la disciplina, prisionera de una suerte de pecado original que, a través de la servidumbre política que encontramos en su origen, la conduce hacia intereses “racionales” (Rosenwein, 2002, p. 821); una falta de “foco”, debido, principalmente, a la “invisibilidad” de los sentimientos subjetivos, pero también a la propiaindefinición de qué es una emoción (Bourke, 2003, p. 114); la amplia comprensión de “las emociones” como parte de la naturaleza humana y que, por tanto, no tendrían historia (Gouk y Hills, 2005a, p. 16); o el interés, tal vez exagerado, en los procesos de cuantificación de emociones (Alberti, 2006, p. xv). Sea cual sea la razón esgrimida, el resultado es siempre el mismo: no hay, hasta el momento, ningunahistoria de las emociones. O al menos, una historia de las emociones “correcta”. Esta postura más matizada es la que sostiene Rosenwein, que inicia su libro sobre comunidades emocionales declarando, por un lado, la antigüedad del tema –“historians has always talked about emotions” (Rosenwein, 2006, p.1)–, para, en la frase posterior, denunciar la incorrección de sus planteamientos, incorrección...
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