En el barrio

En el barrio

Volví después de muchos años a caminar por la calle Billinghurst, desde Avenida Corrientes hasta Guardia Vieja, donde sigue en pie la casa en que nací. Resiste aún al reciclado queestá convirtiendo al barrio del Abasto en un engendro donde conviven casas bajas y viejos conventillos junto con centros comerciales y conjuntos de torres de última generación. Sentí el olorpenetrante de aquellos negocios mayoristas de quesos y embutidos que poblaban la zona hace cuarenta años, y fueron poco a poco desapareciendo con el advenimiento de los supermercados. Un barrio donde losdomingos la gente sacaba las sillas a la vereda y se sentaba a tomar mate, donde los vecinos te conocían y alguno te regalaba un caramelo al pasar.
Mi abuela había alquilado la casa en 1940, y allí viviómi familia desde que mis padres se casaron hasta que cumplí nueve años. Luego nos mudamos a un departamento en el barrio de Palermo.
En la esquina de Corrientes, el kiosko de diarios ofrecía losúltimos números de “El Gráfico” y los álbumes de historietas “El Tony” y “D’artagnan”, que devoraba semana a semana. Me gustaban especialmente los relatos de “Gilgamesh, el Inmortal”, preso de su eternasoledad, y “Nippur de Lagash”, el errante sumerio. Junto a ellos viajé a través de los siglos enfrentando a los bárbaros del Asia Menor.
Solía acompañar a mi madre a la panadería que se encontrabacasi llegando a la esquina de la calle Humahuaca, donde comprábamos el pan y unos bizcochitos de grasa para el desayuno. Para ingresar al local había que sortear una cortina de cintas plásticasmulticolores. Me colgaba de ellas como Tarzán en la selva y me balanceaba de un extremo al otro a gran velocidad. Una vez, tras furiosa arremetida, acabé tirado en el piso y enredado entre las lianas.Atravesé el empedrado irregular, brillante tras la reciente lluvia, y al llegar a la esquina de Guardia Vieja pasé junto a “La casa de las aceitunas”, un antiguo comercio que vendía especias exóticas,...