Enciclica de Juan XXIII (sacerdotii Nostra primordia)

Páginas: 36 (8824 palabras) Publicado: 28 de mayo de 2013
ENCÍCLICA
SACERDOTII NOSTRI PRIMORDIA*
DE SU SANTIDAD
JUAN XXIII 
EN EL I CENTENARIO DEL TRÁNSITO 
DEL SANTO CURA DE ARS
 
INTRODUCCIÓN
Las primicias de Nuestro sacerdocio abundantemente acompañadas de purísimas alegrías, van para siempre unidas, en Nuestra memoria, a la profunda emoción que experimentamos el día 8 de enero de 1905, en la Basílica Vaticana, con motivo de la gloriosabeatificación de aquel humilde sacerdote de Francia que se llamó Juan María Bautista Vianney. Elevados Nos también pocos meses antes al sacerdocio, fuimos cautivados por la admirable figura sacerdotal que Nuestro predecesor San Pío X, el antiguo párroco de Salzano, se consideraba tan feliz en proponer como modelo a todos los pastores de almas.
Pasados ya tantos años, no podemos menos de revivir esterecuerdo sin agradecer una vez más a Nuestro Divino Redentor, como una insigne gracia, el impulso espiritual así impreso, ya desde su comienzo, a Nuestra vida sacerdotal.
También recordamos cómo en el mismo día de aquella beatificación tuvimos conocimiento de la elevación al episcopado de Monseñor Giacomo María Radini-Tedeschi, aquel gran Obispo que pocos días después Nos había de llamar a suservicio y que para Nos fue maestro y padre carísimo. Acompañándole, al principio del mismo año 1905, Nos dirigimos por vez primera como peregrino a Ars, la modesta aldea que su santo Cura hizo para siempre tan célebre.
Por una nueva disposición de la Providencia, en el mismo año en que recibimos la plenitud del sacerdocio, el papa Pío XI, de gloriosa memoria, el 31 de mayo, de 1925, procedía a lasolemne canonización del "pobre cura de Ars". En su homilía se complacía el Pontífice en describir la «grácil figura corpórea de Juan Bautista Vianney, resplandeciente la cabeza con una especie de blanca corona de largos cabellos, su cara menuda y demacrada por los ayunos, de la que de tal modo irradiaban la inocencia y la santidad de un espíritu tan humilde y tan dulce que las muchedumbres, yadesde el primer momento de verle, se sentían arrastradas a saludables pensamientos»[1]. Poco después, el mismo Sumo Pontífice, en el año de su jubileo sacerdotal, completaba el acto ya realizado por San Pío X para con los párrocos de Francia, extendiendo al mundo entero el celestial patrocinio de San Juan María Vianney «a fin de promover el bien espiritual de los párrocos de todo el mundo»[2].
Estosactos de Nuestros Predecesores, ligados a tantos caros recuerdos personales, Nos place, Venerables Hermanos, recordarlos en este Centenario de la muerte del Santo Cura de Ars.
En efecto, el 4 de agosto de 1859 entregó él su alma a Dios, consumado por las fatigas de un excepcional ministerio pastoral de más de cuarenta años, y siendo objeto de unánime veneración. Y Nos bendecimos a la DivinaProvidencia que ya por dos veces se ha dignado alegrar e iluminar las grandes horas de Nuestra vida sacerdotal con el esplendor de la santidad del Cura de Ars, porque de nuevo Nos ofrece, ya desde los comienzos de Nuestro supremo Pontificado, la ocasión de celebrar la memoria tan gloriosa de este pastor de almas. No os maravilléis, por otra parte, si al escribiros esta Carta Nuestro espíritu y Nuestrocorazón se dirigen de modo singular a los sacerdotes, Nuestros queridos hijos, para exhortar a todos insistentemente y, sobre todo, a los que se hallan ocupados en el ministerio pastoral a que mediten los admirables ejemplos de un hermano suyo en el sacerdocio, llegado a ser su celestial Patrono.
Son ciertamente numerosos los documentos pontificios que hace tiempo recuerdan a los sacerdotes lasexigencias de su estado y les guían en el ejercicio de su ministerio. Aun no recordando sino los más importantes, de nuevo recomendamos la exhortación Haerent animo de San Pío X [3], que estimuló el fervor de Nuestros primeros años de sacerdocio, la magistral encíclica Ad catholici sacerdotii de Pío XI [4] y, entre tantos Documentos y Alocuciones de Nuestro inmediato predecesor sobre el...
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