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Oralidad y escritura en las profecías de Don Quijote

“Si para todos la misma cosa fuese por naturaleza buena y sabia a la vez, no existiría entre los hombres la discordia de ambiguo lenguaje. En realidad, no hay nada semejante ni igual para los hombres, excepto el nombrar, pero eso no es lo real”. Eurípides, Feniciaspor Alejandra Fernández Licciardi
Integrante del UBACYT TL 08 “De las Ejemplares al Quijote”
Instituto de Filología , UBA

Podría pensarse que el disparador narrativo del universo de don Quijote es ungesto de carácter simbólico y concreción paradojal: poner en un mundo mortal, un mundo “este” de la carne y la materia, su ideal, de un mundo “ese” e inmortal. La incongruencia de su accionar surge de la imposibilidad de obtener la eternidad del nombre por medio de la carne: aspirar a la trascendencia, frente a la caducidad del mundo “real” y físico, por medio del orden simbólico (“...acabándolos, cobrase eterno nombre y fama.”) Cap. 1. La disyuntiva inicial de don Quijote está cruzada por esta doble posibilidad: un hacer o un escribir. Finalmente, parece decidirse por una alternativa que intenta resolver el dilema: encarnar por medio de sus actos la palabra: “... y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma, y dalle fin al pie de la letra, como allí se promete; y sin duda alguna lohiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran.” “... así para el aumento de su honra como para el servicio de la república ...”.
En la primera salida el proceso se evidencia a través de la gran aventura iniciática: la obtención de un nombre. Una realidad insuficiente e insatisfactoria es trasvasada por el orden simbólico que la re-semantiza en unintento por modificarla. Es, sin embargo, su propio nombre el cambiado. La primera certeza nominal sobre el protagonista es la propuesta por el orden de la locura, el de una razón también alterada por lo simbólico; y la gran incertidumbre del relato se manifiesta desde el capítulo I en la inestabilidad del nombre del orden suplantado “Quijana/Quesada/Quejana/Quijada”. La narración sólo sería posiblea partir de la hendidura de un nuevo nombrar.
La obtención del nombre se presenta, sin embargo, como condición de posibilidad y, al mismo tiempo, consecuencia de sus hazañas. Debe tener un nombre para inciarse como caballero, necesidad nacida de su aspiración de perpetuarse por la palabra (todo protagonista debe tener un nombre) propia del orden simbólico, pero son sus hechos los que debenotorgárselo, emergiendo así del orden real. Este sistema se complejizará cuando el sabio que escribe su historia se transforme en un creador omnisciente que inspire a los protagonistas reales de su historia los hechos que ellos deben realizar para así poder él escribirlos. Una vez más surgirá esta imbricación al tratarse del otorgamiento del nombre “Caballero de la Triste Figura”). Esta contradicciónsurge al primer contacto con el mundo exterior: “o Rocinante, que éste es el nombre, señoras mías, de mi caballo, y don Quijote de la Mancha el mío; que puesto que no quisiera descubrirme fasta que las fazañas fechas en vuestro servicio y pro me descubrieran, la fuerza de acomodar al propósito presente este romance viejo de Lanzarote ha sido causa que sepáis mi nombre antes de toda sazón”.
Muerte,vida y orden simbólico se traban así en un andamiaje que reviste al universo de la palabra de un poder de restauración frente a la muerte. Pero ese orden de la palabra, como afirma Paul de Mann, “no puede dejar de evocar la amenaza latente que habita en la prosopopeya, es decir, que al hacer hablar a los muertos, la estructura simétrica del tropo implica que, de la misma manera, los vivos se...