fortificaciones

LAS FORTIFICACIONES DE SAN JUAN

Las fortificaciones de Puerto Rico, que se construyeron con cargo al Tesoro de Méjico,
fueron de primer orden. Estaba considerada esta plaza como la segunda de América; la
primera era Cartagena de Indias y la tercera El Callao. Comprende esta plaza veinte bastiones,
dos ciudadelas, una porción de obras exteriores avanzadas y destacadas, varios caminos
cubiertos,tres fuertes, cuatro lineas, de las cuales, tres forman un campo atrincherado, con sus
respectivas retiradas, minas de defensa y casamatas, bóvedas a prueba, maestranzas y
cuarteles. Y desde 1635, amurallada toda la ciudad,
Andando los tiempos, empezó el abandono del artillado de San Juan; el castillo de San
Felipe del Morro, que trazó el célebre ingeniero don Juan de Heli en 1584 y terminó elgobernador don Gabriel de Roxas en 1608, formidable castillo tallado en la roca viva, tiene
prestados brillantes servicios en defensa del territorio, mientras los gobiernos metropolíticos
se cuidaron de tenerle en conformidad con los adelantos de la ingeniería. San Cristóbal, mal
llamado castillo, venía a constituir las defensas de tierra, que llegaron a ser inexpugnables en
virtud de sus estratégicosredientes, conocidos con el nombre de El Abanico. Esta defensa
formidable estuvo condenada al mismo abandono que el castillo del Morro. Así, sucesivamente, fueron decayendo las demás fortificaciones de la plaza, hasta el punto que el
castillejo San Juan de la Cruz, llamado comúnmente El Cañuelo, y que defiende la entrada de
la bahía, no tenía el día del bombardeo de la capital por los americanosni un solo cañón. Así
contempló mudo y con siniestro sarcasmo el duelo de honor del 12 de mayo, en que el
almirante Sampson atacó los fuertes de San Juan, la capital de la isla. El Cañuelo, que tan
brillante hoja de servicio tiene en la historia de Puerto Rico cuando el ataque de los
holandeses en 1625.
El magnífico artillado de bronce que hasta hace pocos años tuvo San Juan debió ser
sustituido asu debido tiempo por el que aconseja el arte moderno de la balística y de las
defensas de plazas fuertes; pero como no existía ya el Tesoro de Méjico, que desde 1766
hasta 1816 estuvo enviando a Puerto Rico la suma anual de cien mil pesos, no se hizo nada; a
pesar de los cuatro millones de pesos conque venía tributando anualmente la Isla.
En cambio, se llevó a efecto otra cosa muy peregrina.Indudablemente, el gobierno
creyó que los castillos y fortificaciones estaban ya fatigados, con la pesadumbre de llevar a
cuestas durante tantos años una multitud de cañones de bronce; y caritativamente se dispuso a
aliviarlos de ese peso. Como el bronce es dinero, todos aquellos cañones y culebrinas se
realizaron en seguida, dando pingües beneficios. Algunos de aquellos hermosos cañones de
broncetenían dedicatorias especiales; una hermosa culebrina procedía de la batalla de
Lepant0; muchos tomados a ingleses y franceses en distintas épocas; eran un enjambre de
testigos mudos de pasadas glorias. Los atolondrados e inexpertos empleados del gobierno los
vendieron todos, sin proceder inmediatamente a sustituirlos. Hubo festinación para reducir
aquellos cañones gloriosos a viles monedas de oro.Pero no hubo acicate honroso para suplantarlos con la moderna artillería. A quien corresponde esa responsabilidad histórica no lo
sabemos.
Por vergüenza a la moral pública no se remataron los morteros de bronce de la batería
que está en la calle de Tetuán. llamada de la Palma; tal vez estaban muy visibles. Debió
haberse reunido una buena suma de dinero con la venta de nuestro magnífico artillado debronce, pero ignoramos la cantidad y paradero. Lo cierto fue que los castillos quedaron
desmantelados de su artillería de bronce.
Se asegura que del Tesoro de la Isla se sacaron después buenos dineros para traer
cañones a la moderna y de grandes alcances; pero parece que se quedaban donde se guardaron
los del desgraciado crucero Cristóbal Colón.
Al clamoroso público que pedía la venida de esos...