Fuego en el paraíso de mary renault

Páginas: 717 (179098 palabras) Publicado: 28 de febrero de 2012
Mary Renault

Trilogía Alejandro

Cuando Pérdicas le preguntó en qué momentos deseaba que se le rindieran sus honores divinos, él respondió que lo hiciesen siempre que se lo pidiera el corazón. Esas fueron las últimas palabras del Rey.

QUINTO CURCIO

Alejandro I

FUEGO DEL PARAÍSO

I

El niño despertó al sentir que los anillos de una serpiente se cerraban en torno a su cintura.Se aterrorizó por un instante —la opresión le impedía respirar y le daba la sensación de estar ante un mal sueño—; pero, tan pronto como se recuperó, supo de lo que se trataba y empujó ambas manos hacia dentro de la espiral que lo envolvía, la cual se movió. Bajo su espalda, los fuertes anillos se juntaban apretadamente, haciéndose cada vez más delgados. La cabeza del animal se deslizó por sushombros y a lo largo del cuello, hasta que pudo sentir junto a su oreja la lengua viperina.

Mary Renault

Trilogía Alejandro

La llama de una anticuada lámpara de mesa, con dibujos de niños que lanzaban aros y observaban peleas de gallos, ardía lentamente en su lugar. Había muerto la oscuridad entre la que el muchacho se quedó dormido; sólo un frío y agudo rayo de luna caía a través de laventana, tiñendo de azul el piso de mármol amarillo. Apartó la ropa de la cama para ver la serpiente y asegurarse de que era la verdadera; su madre le había dicho que nunca se acercara a las víboras cuyo lomo estuviera como entretejido. Todo estaba en orden: se trataba de un reptil de color castaño claro, vientre gris y liso como esmalte bien pulido.

Cuando el pequeño Alejandro cumplió los cuatroaños, hacía casi un año, le habían regalado una cama infantil de metro y medio aproximadamente, pero de patas muy cortas para que no se las-

Alejandro I

FUEGO DEL PARAÍSO

timara en caso de que cayera al suelo, así que la serpiente no tuvo que trepar mucho para enroscársele. Los demás ocupantes de la habitación no tardaron en dormirse: su hermana Cleopatra, en su cuna, junto a la nodrizaespartana, y más cerca, en una cama mejor de madera tallada, su propia nodriza Lanike.

Hacia la medianoche el muchacho aún oía a los hombres que cantaban a coro en la estancia; su voz era pastosa y farfullaban... y él ya sabía por qué. La serpiente era un secreto que el pequeño sólo compartía con su soledad nocturna; ni siquiera Lanike, tan cercana a él, había advertido su silenciosa aparición yroncaba tranquilamente. Ya antes le habían abofeteado por comparar el ruido de los hombres de la estancia con el que hacen los albañiles al construir. Lanike —que no era una nodriza co-

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Trilogía Alejandro

mún, sino toda una dama de linaje real— le recordaba dos veces al día que no haría su trabajo por otro que no fuera hijo de su padre.

Los cantos lejanos y los ronquidoseran sonidos de soledad. Los únicos despiertos eran el pequeño, la serpiente y el centinela que rondaba por el pasillo. El sonido de las hebillas de su armadura apenas se oía cuando pasaba frente a la puerta.

El muchacho cambió de lado acariciando a la serpiente, sintiendo la suave dureza deslizarse entre sus dedos, sobre la piel desnuda. La víbora depositó su aplanada cabeza sobre el pecho delpequeño, como si quisiera escuchar los latidos del corazón. Al principio sintió frío, lo cual le ayudó a despabilarse, pero después empezó a tomar calor del cuerpo del animal y su pereza aumentó.

Alejandro I

FUEGO DEL PARAÍSO

Iba a quedarse dormido, y quizá lo hubiera hecho hasta el amanecer, pero, ¿qué diría Lanike al encontrar la serpiente? Tuvo que contener la risa para no agitar ala víbora y evitar que se alejara. Sabía que el reptil nunca deambulaba tan lejos del cuarto de su madre, así que prestó atención para escuchar si había enviado a alguien en busca de Glauco —así lo llamaban—, pero sólo pudo oír, primero, que dos hombres gritaban en la estancia, y luego otra voz más fuerte, la de su padre, haciéndolos callar a ambos.

El pequeño imaginó a su madre envuelta en...
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