guerra 60312

 Capítulo 1- Algo desesperante


Cuando me centré lo primero que vi fue un árbol, sí, puede parecer raro, pero era un árbol. Hacía ya tiempo que desconectara de lo que me estaban diciendo, hasta que la oí hablar diciendo mi nombre, casi gritándome cuando estaba a unos centímetros de distancia.
-Clara, ¡¿Me estás atendiendo?! –Su voz sonaba histérica, era obvio que estaba en plenacrisis- Yo aquí devanándome los sesos para comprender eso que tú ya entiendes a la perfección y que deberías explicarme, y tú ahí plantada mirando un árbol, nunca mejor dicho.
La odiaba, odiaba con todas mis fuerzas que me hubieran puesto de profesora particular, y más aún que tuviera que explicarle lo más sencillo del mundo a la tía más pija, popular, rubia y tonta de todo el instituto. Aunque alprincipio me negué, porque era como intentar enseñarle a un bebe de dos meses como hacer la raíz cuadrada, mi profesor me hizo una propuesta que pude resistir, mi diez en física y química era lo más ansiado que podía conseguir. Al principio me lo tomé bien, pensé que, al fin y al cabo, tenía que tener algo de cerebro para poder andar y hacer todo eso que hacía con el pelo, y que solo tenía queplanteárselo de manera distinta para que lo entendiera, pero me equivoqué.
Estaba en la habitación de Tamara, mi alumna, a media hora de mi casa andando y un cuarto de hora en bici. Su habitación, de color rosa, conjuntaba con todas las cosas, desde un baúl rosa con flores rosas, hasta un armario totalmente rosa, apostaría a que si abríamos el armario encontraríamos más ropa rosa. Lo único que no erade ese color y que por eso resaltaba era una foto suya, para eso con un jersey rosa, y su nuevo novio, Ángel. No entendía porque tenía una foto así, ya que dentro de poco habría otro más guapo y popular que viniera nuevo por el instituto y cambiaría de novio rápidamente, como de ropa.
-¿Eh? Ah, sí, perdón, te estaba escuchando, decías que…
-Que no entiendo la teoría esta chunga…
Puse cara detristeza, nunca lo conseguiría, ya me podía ir olvidando de mi diez… Y entonces sonó la alarma que anunciaba que era hora de irme de aquella casa tan…tan… ¡ROSA!
-Bueno, te veré mañana –dije mientras cogía mi mochila- ¡Estúdiate la teoría! – grité desde el pasillo, escaleras abajo.
La verdad es que no había visto nunca un profesor que se fuera antes que su alumno.
-¡Clara! ¿Te vas ya? ¿No tequedas a merendar? – era la madre de Tamara, una persona encantadora que no encajaba para nada con tal engendro de hija.
-No, gracias, otro día. Tengo cosas que hacer. Adiós – dije sonriendo y salí corriendo de allí, a tiempo de ver la sonrisa de la madre al despedirse. Este era el mejor momento del día sin duda, además de que mi bici era negra y no rosa.
Daniel me esperaba en la esquina desiempre, tan puntual como siempre. Sonreí al verlo. Era una persona alta que contrastaba bastante con mi pequeña estatura, con el pelo rizo y rubio oro, al contrario que el mío, todo negro y totalmente liso, sus ojos de color verde estaban ocultos tras sus gruesas gafas negras que tiene desde que tengo memoria. Los libros que tenía en la mano le hacía parecer un bibliotecario o un universitario. Pero aél no le importaba lo que pensara la gente, y esa era una sus muchas cualidades que le hacía ser mi mejor amigo.
-Llegas tarde- dijo nada más verme- ya pensé que no vendrías y que tendría que volver a casa solo.
-A ver, ¿Cuándo te he hecho yo eso? El problema es que nuestra rubita de bote no tiene ni idea de nada. - mi voz sonaba cansada y rendida. Eso lo hizo sonreír y empezó a andar.
Tuve quecorrer un poco para ponerme a su altura, ya que él daba grandes pasos y los míos eran diminutos. Daniel era mi vecino, otra de sus muchas ventajas, porque era musculoso para su edad y como la mayoría de las veces quería entrenar, me subía él la mochila por las escaleras, algo a lo que yo nunca me negaba, obviamente.
Lo conocía desde que teníamos dos años y nuestros largos paseos hasta casa...