Harness Charles L La Rosa

Páginas: 225 (56220 palabras) Publicado: 10 de septiembre de 2015
LA ROSA

Charles Harness

Charles L. Harness
Título original: The rose
Traducción: Domingo Santos
© 1953 by Charles L. Harness
© 1979 Ediciones Acervo
Julio Verne 5 - Barcelona
ISBN: 84-7002-262-8
Edición digital: Jose M. Rivas Bernardez
R6 10/02

ÍNDICE
La rosa (The rose)
Los jugadores de ajedrez (The chessplayers)
La nueva realidad (The new reality)
Hijo de Cronos (Chils of chronos)

LAROSA
1
Sus zapatillas de ballet hacían un ruido suave, blando y triste, mientras Anna van Tuyl
se encaminaba al anexo de su habitación de consulta psiquiátrica y se dirigía hacia el
gran espejo.
Dentro de unos segundos sabría si era fea.
Tal como había hecho más de quinientas veces en los últimos dos años, la joven se
enfrentó con el gran espejo cuadrado, levantó graciosamente sus brazos y se puso depuntillas. Y allí terminó todo parecido con el pasado. No procedió a un incómodo estudio
de su rostro y figura. No podía. Sus ojos, como si estuvieran actuando con una sabiduría y
una voluntad propias, se habían cerrado fuertemente.
Anna van Tuyl era demasiado profesional como psiquiatra para no reconocer que su
mente subconsciente la estaba avisando a gritos. Con los ojos aún cerrados yrespirando
a grandes bocanadas, se inclinó hacia adelante hasta tocar las puntas de sus pies y luego
se giró hacia un lado. Después, lentamente, volvió a erguirse. Debía obligarse a sí misma
a seguir con aquello. No se sentía capaz de volver a llegar de nuevo hasta aquel punto,
en aquella disposición de ánimo de sincera receptividad. Tenía que ser ahora.
Se estremeció en una breve y silenciosa premonición,y luego, lentamente, abrió los
párpados.
La miraron unos ojos oscuros, un poco más oscuros que el día anterior: dos pozos
enmarcados por ojeras que hoy parecían un poco más profundas... el resultado de meses
de esfuerzos por corregir lo que la deformidad de su espina dorsal le había hecho a su
cuello y hombros. Los pálidos labios estaban apretados con más fuerza que de
costumbre, como en unadefensa contra un impredecible dolor. Las mejillas parecían
desprovistas de sangre y habían adquirido un tono pálido cadavérico a causa del Sueño
Inacabado que atormentaba su dormir, en el cual un ruiseñor revoloteaba en torno a una
rosa blanca.
Como en una meditada constatación, extendió simultáneamente los blanquecinos y
translúcidos dedos de ambas manos hacia sus sienes y echó hacia atrás lasincongruentes masas de griseantes cabellos para dejar al descubierto dos protuberancias
tumescentes... como incipientes cuernos. Simultáneamente dio un cuarto de vuelta,
exponiendo al espejo la grotesca gibosidad de su espalda.
Luego, gradualmente, como un Narciso ultraterreno, empezó a sumergirse en el
extraño encantamiento de aquella deformada imagen. No parecía ser realmente
consciente de queaquella criatura era ella misma. Aquel perfil, como visto a través de
unos ojos embrujados, podía ser el de un enorme sapo, y aquella oscilante metáfora
paralizó su primera y única desesperada tentativa de identificación.
Vagamente, se dio cuenta de que había descubierto lo que se había propuesto
descubrir. Era fea. Realmente, era muy fea.
El cambio debía haber sido gradual, demasiado lento como parapoder decirse un día
cualquiera: ayer no era fea. Pero ni siquiera unos ojos hambrientos de decepciones
podían seguir negando la evidencia acumulativa.
Tan lento... y al mismo tiempo tan rápido. Parecía que hubiera sido tan solo ayer
cuando se tendió boca abajo en la mesa de exámenes de Matthew Bell, mordiendo
salvajemente una pequeña almohada mientras los robustos dedos de él palpaban
dolorosamentesus vértebras superiores.

Bien, así pues, era fea. Pero no se entregaba a la autocompasión. ¡Al infierno con su
apariencia! ¡Al diablo con los espejos!
En un súbito impulso, tomó su trípode de ejercicios con ambas manos, cerró los ojos, y
golpeó.
El tintinear del espejo desmoronándose apenas había cesado cuando una voz dura y
grave la aclamó desde el consultorio:
- ¡Bravo!
Ella dejó caer el...
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