Historia del Ford T

Un coche inolvidable: La leyenda del T.*

En 1918, la mujer de un granjero le escribió a Henry Ford: “Sabes, Henry, tu coche nos sacó del barro. Hemos amado cada traqueteo de sus huesos...”. Poseer un “T”, manejarlo, deparaba por entonces trepidantes goces y jubilosos sufrimientos.
Con su exterior genuinamente austero y aparentemente destartalado, los quince millones de modelos T salidos dela planta de Dearbom, Michigan, entre 1908 y 1927 representaron para muchísima gente el cambio más radical en sus vidas. La esposa del famoso novelista norteamericano Sinclair Lewis relata en sus memorias que para su marido fue excitante recibir el Premio Nobel, pero ninguna experiencia pudo compararse con el momento en que Lewis apareció con un flamante Ford T frente al pórtico donde estabansentados ella, su padre y su madre.
Y cuando después vendieron el coche, al ver alejarse sus brillantes paragolpes y la tenue luz roja trasera alimentada a kerosene, la familia entera lloró sin contenerse.
El “T” se diferenciaba de todos los otros autos de la época por su transmisión, del tipo denominado “planetario”. Inmediatamente después de la explosión que señalaba su puesta en marcha, el Ford Tcomenzaba a avanzar sobre su conductor -todavía situado frente al morro del animal con la manivela de arranque en la mano-, como si buscase una golosina en su bolsillo.
Los burros de arranque eran caros, y la mayor parte de la gente los miraba con desconfianza. Casi todos preferían emplear la manivela, lo cual exigía cierta destreza, para no terminar con una muñeca luxada, un pulgar dislocado oun brazo roto, percances que aparecían en los diarios con regularidad de informe meteorológico. El truco era no rodear la manivela con el pulgar, para evitar el impacto del retroceso.
El artista consumado del arranque era el que se situaba frente al radiador, tiraba del alambre del regulador de aire y, con cierta displicencia, daba a la manivela dos o tres envíos hacia arriba. Luego, silbandoentre dientes como distraído, volvía a la cabina, ponía el contacto de ignición, bajaba de nuevo y, atrapando esta vez la manivela en su tramo descendente, le daba un rápido giro con toda la polenta de que era capaz. El motor casi siempre respondía a este tratamiento, primero con unas pocas explosiones dispersas, y luego con un tumultuoso tiroteo que se controlaba corriendo al asiento del conductor yreduciendo el paso de nafta.
La cualidad más notable del “T” era el pique. En sus mejores días podía arrancar más rápido que cualquier otra cosa que anduviese por el camino. Es que, para ponerse en marcha, uno simplemente enganchaba el tercer dedo de la mano derecha alrededor de una palanca en la columna de dirección, la empujaba con fuerza hacia abajo y, simultáneamente, pateaba con máximaenergía el pedal de marcha baja-alta. A estos movimientos simples y afirmativos el coche respondía abalanzándose hacia adelante con un rugido.
Los otros dos pedales que reclamaban la atención del chauffeur eran el de freno y el de marcha atrás. Este último era responsable del costado loco, bufonesco de este coche tan serio, negro y práctico, porque la mayoría de los usuarios empleaba el pedal dereversa para detener la marcha: el coche paraba en seco y empezaba a retroceder como en una película muda. Los frenos del “T”, por otra parte, no eran muy dignos de confianza, y más de una vez el conductor tenía que recurrir al de mano, que activaba unas zapatas sobre las ruedas traseras. Si esto tampoco funcionaba, el pedal de reversa constituía la última chance.
Infinidad de accesorios -llegaron a5.000- se vendían aparte. El dueño del Ford empezaba por adquirir un reflector rubí para la parte trasera; luego podía agregar una guía para que la correa no zafase de la polea, un compuesto para sellar pérdidas del radiador, una abrazadera que mantuviese rígida la columna de dirección y, cuando el coche ya tenía un año de antigüedad y empezaba a traquetear, un juego de gomitas amortiguadoras que...