holoa
-Yo te veo todos los días. No aparto mis ojos de tu vida. ¿Qué sería de ti si yo dejara de mirarte? Te miroaunque tú no veas que te miro, y para verme a Mí no se necesitan ojos. Te veo aunque tú no me veas.
-Quiero aceptarte, Señor. ¡Ayúdame!
-Bueno -respondió Cristo con calma-, después no te quejes.
-¿Notienes por ahí un retrato de tu enemigo? De ese que te tiene envidia y que no te deja vivir; del que interpreta mal por sistema todas tus cosas, del que siempre va hablando mal de ti, del que tearruinó, del que dio malos y decisivos informes sobre ti, del que te calumnió, del que logró echarte del puesto que tenías, del que te guarda rencor y no te ha podido perdonar, del que te denunció, del que temetió en la cárcel...
-¡Cristo, no sigas!
-Es demasiado, ¿Verdad?
-Es inhumano, es absurdo…
-¿Te has fijado bien en la cara de los leprosos, de los anormales, de los idiotizados, de los mendigossucios, de los niños de la calle, de los imbéciles, de los locos...?
-¿Y...? ¿Y me vas a decir Cristo, que esas caras son tuyas y… y que te las ponga? No, no, imposible.
-¡Espera! no acabo aún...Toma bien nota de esta última lista y no olvides ningún rostro: Tienes que ponerme la cara del blasfemo, del suicida, del degenerado, del ladrón, del borracho, del asesino, del terrorista, del criminal,del traidor, del vicioso. ¿Has oído? ¡Necesito que pongas todos esos rostros sobre el mío!
-…No, no Señor… -contesté- ¡No entiendo nada! ¿Todos esos rostros miserables y corruptos sobre el tuyo,...
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