Horacio Quiroga

Páginas: 22 (5424 palabras) Publicado: 9 de mayo de 2015
Horacio Quiroga
El regreso de Anaconda
Cuando Anaconda, en complicidad con los elementos nativos del trópico, meditó y planeó la
reconquista del río, acababa de cumplir treinta años.
Era entonces una joven serpiente de diez metros en la plenitud de su vigor. No había en su
vasto campo de caza, tigre o ciervo capaz de sobrellevar con aliento un abrazo suyo.
Bajo la contracción de sus músculostoda vida se escurría, adelgazada hasta la muerte. Ante el
balanceo de las pajas que delataban el paso del gran boa con hambre, el juncal, todo alrededor,
empenachábase de alta orejas aterradas. Y cuando al caer el crepúsculo en las horas mansas,
Anaconda bañaba en el río de fuego sus diez metros de oscuro terciopelo, el silencio circundábala
como un halo.
Pero no siempre la presencia de Anacondadesalojaba ante si la vida, como un gas mortífero.
Su expresión y movimientos de paz, insensibles para el hombre, denunciábala desde lejos a los
animales. De este modo:
-Buen día -decía Anaconda a los yacarés, a su paso por los fangales.
-Buen día -respondían mansamente las bestias al sol, rompiendo dificultosamente con sus
párpados globosos el barro que los soldaba.
-¡Hoy hará mucho calor!-saludábanla los monos trepados, al reconocer en la flexión de los
arbustos a la gran serpiente en desliz.
-Sí, mucho calor... -respondía Anaconda, arrastrando consigo la cháchara y las cabezas
torcidas de los monos, tranquilos sólo a medias.
Porque mono y serpiente, pájaro y culebra, ratón y víbora, son conjunciones fatales que
apenas el pavor de los grandes huracanes y la extenuación de las interminablessequías logran
retardar. Sólo la adaptación común a un mismo medio, vivido y propagado desde el remoto
inmemorial de la especie, puede sobreponerse en los grandes cataclismos de esta fatalidad del
hambre. Así, ante una gran sequía, las angustias del flamenco, de las tortugas, de las ratas y de
las anacondas, formarán un solo desolado lamento por una gota de agua.
Cuando encontramos a nuestraAnaconda, la selva hallábase próxima a precipitar en su
miseria esta sombría fraternidad.
Desde dos meses atrás no tronaba la lluvia sobre las polvorientas hojas. El rocío mismo, vida y
consuelo de la flora abrasada, había desaparecido. Noche a noche, de un crepúsculo a otro, el
país continuaba desecándose como si todo él fuera un horno. De lo que había sido cauce de
umbríos arroyos sólo quedabanpiedras lisas y quemantes; y los esteros densísimos de agua negra
y camalotes, hallábanse convertidos en páramos de arcilla surcada de rastros durísimos como
estopa, y que era cuanto quedaba de la gran flora acuática. A toda la vera del bosque, los cactus,
enhiestos como candelabros, aparecían ahora doblados a tierra, con sus brazos caídos hacia la
extrema ahora doblados a tierra, con sus brazos caídoshacia la extrema sequedad del suelo, tan
duro que resonaba al menor choque.
Los días, unos tras otros, deslizábanse ahumados por la bruma de las lejanas quemazones,
bajo el fuego de un cielo blanco hasta enceguecer, y a través del cual se movía un sol amarillo y
sin rayos, que al llegar la tarde comenzaba a caer envuelto en vapores como una enorme brasa
asfixiada.
Por las particularidades de suvida vagabunda, Anaconda, de haberlo querido, no hubiera
sentido mayormente los efectos de la sequía. Más allá de la laguna y sus bañados enjutos, hacia
el sol naciente, estaba el gran río natal, el Paranahyba refrescante, que podía alcanzar en media
jornada.
Pero ya no iba el boa a su río. Antes, hasta donde alcanzaba la memoria de sus antepasados,
el río había sido suyo. Aguas, cachoeras, lobos,tormentas y soledad, todo le pertenecía.
Ahora no. Un hombre, primero con su miserable ansia de ver, tocar y cortar, había emergido
tras del cabo de arena con su larga piragua. Luego otros hombres, con otros más, cada vez más
frecuentes. Y todos ellos sucios de olor, sucios de machetes y quemazones incesantes. Y siempre
remontando el río, desde el Sur...
A muchas jornadas de allí, el Paranahyba...
Leer documento completo

Regístrate para leer el documento completo.

Estos documentos también te pueden resultar útiles

  • Horacio quiroga
  • Horacio quiroga
  • Horacio Quiroga
  • horacio quiroga
  • horacio quiroga
  • Horacio Quiroga
  • horacio quiroga
  • Horacio Quiroga

Conviértase en miembro formal de Buenas Tareas

INSCRÍBETE - ES GRATIS