ILUMINANTE HOMIL A DEL CARDENAL MAURO PIACENZA EN EL CONGRESO INTERNACIONAL SOBRE LA ADORACI N EUCAR STICA

Páginas: 7 (1588 palabras) Publicado: 4 de junio de 2015
ILUMINANTE HOMILÍA DEL CARDENAL MAURO PIACENZA EN EL CONGRESO INTERNACIONAL SOBRE LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA, ADORATIO 2011.
Homilía del Eminentísimo Cardenal Mauro Piacenza, Prefecto de la Congregación para el Clero, el Martes 21 de junio 2011 en el Congreso Internacional “Adoratio 2011” tenido en Roma
[1Jn 5,1-5; Mt 22,34-40]
Alabado sea Jesucristo!
Queridos hermanos y amigos, estoy muy contentode presidir esta Celebración Eucarística en la memoria litúrgica de San Luis Gonzaga, en vuestro importante Congreso: “De la Adoración a la Evangelización”. El Señor bendiga vuestros trabajos y los vuelva fecundos y portadores de copiosos frutos.
Juan, el Evangelista, en su primera Carta nos pone de frente a una pregunta crucial, que bien se inscribe en la dinámica teológica y misionera de estosdías de reflexión. Él afirma: “¿Y quién es el que vence al mundo sino quien cree que Jesús es el Hijo de Dios?” En este contexto, la “victoria sobre el mundo” debe ciertamente interpretarse en el conocido sentido joánico de la victoria sobre el mal, sobre el límite y sobre el pecado; el mundo es todo aquello que se opone a Cristo, a la dilatación del Reino de Dios, sea entorno a nosotros, sea,sobre todo, dentro de nosotros.
El Evangelista bien sabe que uno solo ha vencido al mundo: Jesucristo, muerto y Resucitado! Su Victoria es única, definitiva, universal. Él ha vencido al mundo, entrando en el mundo y asumiendo sobre Sí todo el pecado del mundo! Por esto, el Bautista podrá decir. “He aquí el Cordero de Dios” (Jn 1,36). Y la Liturgia agrega: “que quita los pecados del mundo”
El granpaso adelante, que la perícopa joánica nos impulsa a hacer, está en el reconocimiento que tal Victoria de Cristo sobre el mundo es participada a todos los que creen que Jesús es el Hijo de Dios. “¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”
Un anuncio tal es admirable y es extraordinario que nosotros, pobres hombres mortales, por la fuerza de la fe en Jesucristo,por la fuerza de nuestro creer que Jesús es el Hijo de Dios, seamos hechos partícipes de su Victoria sobre el mundo.
Como la Victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte está constituida por su Resurrección, así, en el tiempo y en el hoy de la historia, la Victoria sobre el mundo está representada, es testimoniada y vuelve a acontecer en todos los que creen que Jesús es el Hijo de Dios.
Lacentralidad de la Fe en la vida de los hombres, de la Iglesia y de la sociedad, con el primado absoluto de Dios que se deriva, es la condición misma para que el mundo reconozca aquellos que creen que Jesús es el Hijo de Dios.
Bajo esta óptica, como fue destacado desde el comienzo del Año Sacerdotal, la Adoración Eucarística representa un imprescindible horizonte de referencia en el cual es posiblefundar la auténtica y perenne Reforma de la Iglesia y, en ella, la auspiciada reforma del Clero.
En efecto, la dinámica “de la Adoración a la Evangelización” representa la única vía real posible para un auténtico testimonio que sepa “vencer al mundo”.
Una Evangelización que no nazca de la relación auténtica, prolongada, fiel e íntima con Dios, difícilmente portará fruto y aún más difícilmentepodrá fascinar a los hombres de nuestro tiempo.
En los decenios pasados, se ha confundido a menudo la justa cercanía a las circunstancias de los hombres, que brota de la auténtica caridad pastoral, con un vacuo agitarse, totalmente antropocéntrico y filantrópico, olvidado de la imprescindible verdad, según la cual la raíz y el origen de toda caridad está sólo en la Caridad Eterna.
No sólo la fuerza oel valor sino también la justa creatividad en la Evangelización derivan de la Adoración Eucarística; del descubrimiento que cada tiempo transcurrido con el Señor es, en realidad, donado a los hermanos y es al mismo tiempo ¡Evangelización!
Opino que, en la justa dinámica, entre amor por Dios y amor por el prójimo, que nos ha recordado también el Evangelio: «Maestro, ¿cuál es el más grande...
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