Inteligencia Artificial

EL CABALLERO CARMELO
PRIMER BLOQUE
–¡Vamos a jugar, ahora!
–¡Rosa, pásame la pelota!
–¡Héctor, ven!
–¡Dámela!
–Vamos a jugar, pero no le digas a Jesusa.
–Ya, pero por eso… A ver… a la una a las dos y a las… tres.
–La voy a patear…
Un día, justo después del desayuno, cuando el sol empezaba a calentar, desde la reja vimos aparecer, en el fondo de la plazoleta, un jinete. Venía en unbellísimo caballo de paso, y llevaba un pañuelo al cuello que se agitaba al viento (“¡Mamá, mamá ven…, mamá!”), bajo su montura lucía un pellón sampedrano de sedosa cabellera negra…
–¿No es…?
… Y detrás de su montura una alforja rebosante (“¡Es el hermano Roberto!”, “¡El hermano Roberto!”), el jinete picaba espuelas en dirección a la casa. Le reconocimos… Era el hermano mayor que volvía después de años(“¡Está viniendo para acá!”). Corrimos atropelladamente, gritando:
–¡Roberto!
–Hermanito…
–¡Roberto!
–¡Hermano!
–¡Robertito!
–¡Hola, chicos!
–¡Qué emoción!
–¡Roberto!
–Hijito… ay, hijito.
–¡Buenos días, madre!
–¿Te lo puedo llevar de la brida?
–Claro que sí…
–¿Puedo ayudarte?
–¡Hermanitos!
–Entra, entra al patio, hijo.
–¿Has visto cómo he crecido?
–¡Míralo, cómo está!
–¡Buenosdías, papá!
Entró el viajero al patio empedrado, donde la campanilla se enredaba en las columnas como venas en un brazo, y bajó del caballo en los brazos de todos nosotros.
–Hijo… déjame abrazarte.
–Jaja, bienvenido, hijo, jajaja.
Como sonreía mi padre, y como se regocijaba mi madre: lo tocaba, le acariciaba su piel tostada… Lo encontraba…
–… Viejo… Estás viejo, hijo: ¿Cuántos años tienes ya?–¡Ay, mamá!, si solo han pasado cinco años.
O, quizás lo encontraba…
–… Triste, te veo un poco triste, Robertito.
–Pero si estoy feliz, mamá, feliz solo de verte, mamacita.
Con su ropa empolvada aún, Roberto recorría las habitaciones, rodeado de nosotros. Fue a su cuarto…
–Ven por acá, mira el nuevo cielo raso.
Paso al comedor, vio los objetos que se habían comprado durante su ausencia.
–¿Tegusta el nuevo color?
–Ven, este va a ser tu cuarto, hijo.
Y llegó al jardín.
–¿Y la higuerilla?...
Buscaba entristecido aquel árbol cuya semilla sembrara él mismo antes de partir.
–No sabe…
–¿La higuerilla?
–¡No le digas!
–¡Estás parado debajo, hijo!
–¿Qué…? ¿Esta es la higuerilla que yo sembré?
–Esta,hombre… ¡sí, esta!
El árbol había crecido y se mecía armoniosamente con la brisamarina. Mi hermano lo tocó, limpió cariñosamente las hojas que le rebozaban la cara.
–Ven, Roberto, quiero darte un abrazo…
–¡Gracias, papá!
–Vengan, hermanitos, vengan a ver lo que les he traído.
–¿Nos has traído regalos?
–¡Sííí!
(“¡Para mí primero, por favor!”, “¡Quiero ver el mío!”)
–¡Sí, les he traído regalos!
Sí, se ha acordado de nosotros todo el tiempo. Sobre la mesa del comedor está sualforja llenecita de regalos (“¡Oye, para mí has traído algo!”). Y Roberto fue sacando (“Mira eso”, “¡Qué rico!”) y fue entregando a cada uno de nosotros cada cosa (“¡Oye!, ¿pero has traído comida nomás?”), ¡y que cosas tan ricas que eran! (“¡Oye!”)
–¡Este quesito es para lamamá! (“Mamá, ¿me convidas un poquito?”)
–Ay, hijito, te acordaste de lo que me gusta… Muchas gracias, eres tan bueno.Tres quesos frescos y blancos envueltos por la cintura con paja de cebada en la quebrada de Humay.
–¡Y esto, es para la golosa de Jesusa!
–Mmm… ¿para mí, hermanito? ¡Gracias, muchas gracias!
Eran chancacas hechas con cocos, nueces, maní y almendras.
– ¿Y esto…?
– ¿Por dónde no habrá viajado…?
–Por todas partes.
(“MM., ¡qué bonito!”)
– ¡Y esto es para ti, Anfiloquio!
– ¡Gracias, hermano!Le dio unos frijoles colados en sus hermosas calabacitas, pintadas encima con un rectángulo de su propio dulce, eran de Chincha Baja.
–Qué bueno es su hermano mayor…
–Y esto, para Héctor.
–… ¿Se dan cuenta, chicos?
– ¡Gracias, hermano, gracias!
–Así tienen que ser todos ustedes.
También había traído para la casa unos bizcochuelos de yema y harina de papa, leves (“¡Qué bueno, qué bueno...