IV CAPITULO DE LA OBRA LA SANGRE

Páginas: 11 (2538 palabras) Publicado: 2 de enero de 2014
IV
Corría el año 1886, que por cierto no fue de gracia.
Presidía la República un general de treinta años, con fama de valor e inteligencia. Meses atrás, la Capital estupefacta vio cercada la casa del ex-presidente Guillermo, herida su señora, muerto un yanqui, y él, perseguido, después de apagar a tiros las lámparas, escapar por los patios, huyendo hasta ganar la provincia de Azua, en donde sealzó en armas, y, vencido por su rival Heureaux, acosado, solo, a la postre murió por su propia mano.
Dos candidaturas presidenciales se disputaban el triunfo. La una proclamaba a Ulises Heureaux, alias Lilís, que ya había ejercido la magistratura, y quien, aunque huérfano de popularidad, tenía en su haber los resonantes éxitos militares del Cibao y Boca del Vía. Era inexorable, no retrocedíaante los obstáculos ni le temía a los muertos; sus virtudes: audacia, energía, valor; además, la gente ignara creíale brujo. La otra, a Moya, joven de atractivo talante, laborioso, inteligente, con algo de donjuanismo, congregó en torno suyo a los azules liberales, a la juventud recién nutrida por las doctrinas de Hostos, y a cuantos poseían aspiraciones y soñaban con el progreso, aun cuando en lasmismas filas militaran, sirviendo de cimientos a la empresa, conmilitones de los tiempos pasados, y Benito Monción, señor de horca y cuchilla de la Línea Noroeste.
La atmósfera se caldea pronto, y los periódicos, recogiendo las palpitaciones de ambos partidarios, soplan las llamas. La tarde de un domingo, entre estandartes, banderas, músicas, vivas y cohetes, desfila por las calles brillante ynumerosa manifestación moyista. Los adictos se agradaban luego, repitiendo que cuando la cola estaba en el arquillo de la calle Santo Tomás, ya la cabeza había alcanzado la plaza de la Catedral por la del Conde. A la octava siguiente, fue el turno de los lilisistas, inferiores en cantidad, en banderas y en indumentaria. Los Comités Centrales dirigían con tesón la campaña, y al pie de los Manifiestosimpresos, apretábanse millares de firmas de vivos y difuntos en pro de cada uno de los candidatos. A las adhesiones sucedíanse las protestas por usurpación de firmas. A la oratoria cordial de Federico Henríquez y Carvajal, pugnando por Moya, oponíase el ingenio del poeta Scanlan y el del coplero popular Juan Antonio Alix, que servían a Lilís en décimas chispeantes. La juventud recién salida delas aulas de San Luis Gonzaga y la primera hornada de la Escuela Normal, rociaban la arena con su partidismo ardiente, en el cual confundíanse el amor a la ciencia y las simpatías por el caudillo.
Ambos candidatos tenían para su guarda y defensa escolta de valientes. En la Librería, frente al parque, en la mañana y al crepúsculo, tertuliaban hombres notables, llevando la voz cantante, con elimperio de sus nobles pasiones, Mariano A. Cestero y José G. García, más agresivas en el uno y no menos tenaces en el otro. Y el mismo Presidente solía concurrir aportando comentarios picantes, exprimidos de la malicia campesina y de. la observación urbana.
Referíase, cierta mañana, con calor, que en la casa de Lilís, custodiada por centinelas, había aparecido escrito con carbón un letrero que decía:abajo el negro mañé. García opina que sólo el propio Lilis podía haberlo puesto, a lo cual opuso el Presidente: «no, el negro llora de noche». Y un coro de carcajadas acogió la ocurrencia maleante. Una madrugada, Moya montó a caballo, tomando el camino del Cibao.
Por las ventanas del colegio entraban las lenguas de fuego que abrasaban las calles. Los externos traían el eco de los sucesos, de lasconversaciones y disputas escuchadas en las casas, y el vocerío de las fiestas cívicas transponía los altos muros. En las aulas, se dividían en moyistas y lilisístas, y entre los plátanos, a pedradas, se libraban batallas..Antonio, cuyo tío es partidario de Moya, se siente solicitado por este candidato a quien había visto alguna vez jinete en potro overo de larga cola, y que no se cayó un día que...
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