Jaulas
Luego iluminamos el resto de la habitación con las linternas, solo para descubrir al menos otras seis jaulas; cada una con surespectiva dama, las playeras, o camisas, llenas de sangre, el hilillo saliendo de la nariz, seco; el moretón del labio. Todas, las siete, iguales, mirándonos como si fueran una misma, como si fueranclones de aquella primera mujer que vimos y compartieran el mismo sentir y los mismos actos.
Recibimos la llamada minutos antes, el olor de la putrefacción que salía de aquellas mujeres muertas ya dehace tiempo había alertado a alguien.
Avanzamos, una puerta detrás de las jaulas nos incitaba a averiguar qué clase de aberración hallaríamos detrás. ¿Más jaulas? ¿O un vacio decepcionante?
Abrimosla puerta de una patada. Oscuridad. Luz, las linternas apuntaron en todas direcciones. Más jaulas. Vacías, solo una ocupada. Huesos de animales estaban en medio de las celdas solitarias. Una mujer enla misma posición que las demás. Muerta, aparentemente. La luz le dio de lleno en la cara, abrió los ojos. Nos miro, nos miro con unos ojos grises, casi muertos, y los cerró nuevamente. Me apresure abuscar la puerta de aquella jaula. No tenia candado. Ninguna de las jaulas tenia candado. La abrí para auxiliar a aquella mujer enflaquecida.
Y de pronto lo comprendí. Aquellos huesos no eran deanimal. Aquellas mujeres que sufrían hambre habían devorado a su secuestrador, prefiriendo eso que morir de inanición, fin que eventualmente les había llegado, al menos a la mayoría.
¿Por qué no...
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