La Agonia Y El Extasis
No hay nada que me relaje más que la vibración de las ruedas de un auto mientras hablas con la gente que teacompaña. Media hora y estábamos ahí, con sus algarrobos de siempre y su olor a menta que lo caracterizan. De lejos se podía percibir el equilibrio de cada una de las cosas queintegran ese lugar.
Me acerque, tenia los ojos tan ocupados en la diversidad de escenas que se creaban que no me di cuenta de que tenía los pies mojados, ya estaba en laorilla.
No hay nada, mas que la copa de los arboles, que me impida mirar el cielo. Me rodea el verde, que parece una víbora subiendo y bajando, dejando las mejores formas paraacostarse y dejar pasar el tiempo.
No hay límites, no hay un camino pautado ni una puerta de ingreso. El espacio te invita en su totalidad a recorrerlo.
La claridad del agua ysu serenidad, que se rompe al chocar con una piedra, dividiéndose en miles de gotas que vuelven a hacerse una al caer.
El ambiente es fresco, casi perfecto. Seguí caminandohasta enredarme con las hojas de un árbol que, aunque pequeñas, formaban una soga que se mojaba en la punta con el agua del rio.
Las 7 de la tarde, unos pocos segundos parecierondías enteros en este lugar. Cada vez se sentía menos olor a menta, cada vez había menos arboles. La calle comenzaba a tomar protagonismo nuevamente en mi paisaje y, fuedesapareciendo hasta perderlo de visa.
Todavía tenía la sensación de calma que me había provocado volver a ver, por solo 5 minutos, el espacio más puro que recuerdo haber visto.
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