La clase obrera
Le ¡voluc¡óx socrlr.. EL N^crMtEMo rrf, u
Couetruciór 1 dipersih obrcras
la de su rlhtribución 6cográfica. Solaneate cl conjunto barcelonés ya rcrile a más de 100.000 rabajadorcs. A principios del siglo xx la zona de Bilbao ¡o alcanza la mitad de este cifra pese a la prcsencia de um
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La primera originalidad del mu¡do obrero cspañol
decen¡ de miles de mincros. Y éstas son lasdos únices vad¡dras concentraciones obreras del país. Existe un prol«ariado ba¡tante im, ponante en Asturias -en 1913, 19.000 mineros y L400 obraos la maalurgir de base-, pao se distribuye en varias ciudada, Oviedo, Avilá y Gijón y tambiin a través de una ctence minera basrante extcnsa y companimentada en valles; Micra y Sama de LanS¡eo so¡ sus principalcs ccntros. En el ¡csto del país hallamosIa misma fragnentación de la población obr«a en algunas conccntra, ciones rcducidas y siernpre alciadas las uas dc la! otres, y en müri, ples aldeas o pucblos rrinoos. Mlaga, con I1J.000 habitanrcs en 1910, Lina¡a, co¡ sólo 37.000, e induso I,a Unión, al pie dc la sieüa d. Canagena, r.ri¡en cada una de ellas unos 10.000 obreros o mis. tuotinro. Zalamc¡ Ia Rc¿]. Huclva, ctc.. cr¡cntan con vario
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LN E§PANA DEL SICLO XIX
UN^ TRANSFORM^CIóN ABORTAD^
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les; pero hay decenas dc pueblos obreros discminados por el Crmpo de C¡l¿trava, la siera Morena o l¡s cordill«as costtas. El Horcajo. cl CenLenillo. ) idnro\ o,ro\ \on. a su m¿nerd. nucv¿. con.entr¿(ioEs considerablc la heterogeneidad de las s;tuaciones en las rel¡ ciones respccto al trrbajo. El rabajo cn la m;na ycn la fábrica. qur cs la ocupación exclusiva y permarente de la mayoría dc los obreros catala¡es ¡sí como de los especial;sras de la metalugia. para mucLos oüos s;guc sicndo un¡ siñple faena remporera. Muchos obreros astu-
plomo del sur este modo de rerribL¡ción a ne¡udo se.omb;n¡ con prácticas de subarrendamiento de la cxplotación. Un hábil iLrego de estos dos sistem.rs posibiha la erecciónde grndcs fonmas en poco tiempo. cono l¡ de El Lobo en Canagena; Pero estos éxitos está¡ directamente vincu.l¡dos al rn¡ntenimiento de baias remuneracioncs
ria¡os se m¡rch¡n a los campos dcsde que los ¡rabajos lo exigen. E¡ el sur de España esta ambivalencia de los trabajadores co¡üibuye a da¡ un ritmo estacionai a la aaividad de cienos c¡ntones. co¡ cam' pañas dc extraccñn llamadas uradat. eintenupciones dc varios mcses. Esr¡ situación sc modifica poco a poco por l.r voluntad de los jefes de emprea por la crecicnte conccnración dc la vivienda cerca de los lus¿rcs dc rabajo. organizada a veces por el m;smo empresa' ¡io. .omo cn cl .¿." oc R," t,nr,, 5,n emb¡rgo exi.tcn dife-cnrr¿. nor,blc. dc un¡ rcsr,rn r otra. e in.lu." dc u puehl": otro. L.l'ub empleo rual facilira cl crccimie¡ro dclos c.¡tros obreros del sur' Pe-o 'ol" ^ cn,re l8')0 I 1000c¡¿ndo.nA"rr,¿\.\¡,hu,u)(un verdadero proletariado en det¡imento dc los campesinos obreros; y la rccogida de la acenuna s;gue mrrcando en la actualidad una breve pausa en la actividad minera de L¿ Caroln¿.
En efecto. este sistema de organización del trabajo no permne razonar en términos de sal¡rios horarjos. Dificultr incluso lasconparaciones que normalmeote se hacen entre los salarios di¡rios. establecidos con más seguridad para l¡s ¡ctivid¿des industriales que para las mlneras, y susceptiblc de mriltipla matices o excePciones. Sin rnbargo. se puedcn deducir algunas observaciones. Particularnente gracias a la a,ruda de las cifras suminntradas por Tuñón de Lara. La desigualdad de los salario es una primera evidencia. En prirnerlugar entrc las regiones: en 1909 el picador de mina lega a ganar de
I a l,l
pes«rs en Astuias y sólo de
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a 4 en La Unión, mie¡tras
que el salario míximo dc un metalúrgico barcelorés es del orden de 5 pesetas. Las desigualdad§ también exisren segrin el sexo y la edad, y son más imponantes que las que se basan en la calificación o en el cará«er del trrbajo. El salario fernenino...
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