la lucidez
Saramago piensa que estamos viviendo una época de gran indigencia intelectual, pero no desdeña combatir las pobres ideas al uso. En el caso de queuna de ellas sea, como bien puede serlo, el “fin de la historia” proclamado tan frívolamente por Francis Fukuyama por mor del triunfo definitivo de la economía de mercado y la democracia formal, la última novela del Nobel viene, junto a la ya citada La caverna, a contradecir tan peregrina hipótesis. Las miserias de un sistema económico despiadado, para el que las personas no cuentan, eran el tema dela obra de 2000, mientras que ahora Ensayo sobre la lucidez se las ve con las contradicciones políticas del statu quo imperante en el llamado primer mundo.
El que el escritor ponga en el título de su obra la palabra ensayo no es gratuito, y nos hace recordar Ensayo sobre la ceguera, libro de 1995, con el que está claramente emparentada. La poética novelística de Saramago sigue avanzando en unalínea personal e inconfundible. El texto es compacto, el diálogo va inserto en la propia narración y la descripción resulta extremadamente abstracta, lo que redunda en la universalidad de sus mensajes. Y así, cuando en este Ensayo sobre la lucidez aparece una sola referencia a Portugal (pág. 122), el autor narrador deja en suspenso la certidumbre de que fuese allí donde la historia relatadatranscurrió. El olimpismo con que esta voz narrativa se produce marca un distanciamiento casi brechtiano. Ello obliga más a la reflexión que a la identificación empática con la trama y los personajes de un discurso nunca remiso a ocultar su condición de tal, sino que se reconoce como un discurso con posibles lectores “atentos”, incluso “puntillosos”, a los que el autor hace objeto de su ironía en unaespecie de diálogo metanarrativo muy propio del último Saramago. El autor implícito no deja de referirse a sí mismo como “quien esta fábula viene narrando” (pág. 48), y la autodefinición de fábula para todo el texto se reitera al menos una vez más. Y bien ilustrativa que resulta para definir otra de sus singularidades, que no es sino la de una ficción sumamente artificiosa con la que se encubre unaverdad que el lector sabrá desvelar. Siempre me ha parecido Saramago un escritor de estirpe cervantina, especialmente por su voluntad de apurar al máximo la verosimilitud de sus situaciones, de “casar la fábula mentirosa con el entendimiento de los que la leyeren” abriendo con donaire sendas a lo que los conocidos versos de Viaje del Parnaso llamaban “un desatino”.
Estamos ante una magníficanovela política, deliberadamente incorrecta y por ello nada eufemística. Su discurso aparece articulado, que no dividido, en dos partes casi de pareja extensión. En la primera se plantea la hipótesis de que más del ochenta por ciento del electorado de una gran capital opte por el voto en blanco en sendos comicios municipales repetidos en semanas consecutivas, abriendo una crisis institucional queel escritor va encadenando con rara habilidad. Los protagonistas son aquí el gobierno y el pueblo, que como en las novelas unanimistas del primer tercio del pasado siglo reacciona al unísono sin que medie lo que desde las alturas se ve como conjura, como “una carga de profundidad lanzada contra el sistema” (pág. 77). Precisamente a raíz de un debate en el seno del Consejo de gobierno se abre la...
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