La mujer habitada

Páginas: 478 (119339 palabras) Publicado: 29 de octubre de 2014
LA MUJER HABITADA Gioconda Belli Rompo este huevo y nace la mujer y nace el hombre. Y juntos vivirn y morirn. Pero nace nuevamente. Nacern y volvern a morir y otra vez nacern. Y nunca dejarn de nacer, porque la muerte es mentira. Eduardo Galeano Mito de los indios makiritare. Memorias del Fuego Herria isilerazi nahi izan zuten, bitza kendu, mintzaira eragotzi. eta iroultza sortu zen. emakumeaisilerazi nahi izan zuten, mutu bhurtu, enoratu, baztertu, eta orduan HITZA jaio zen, Emakume hitza, iraultza, bici-iturri. Laura Mintegi Captulo 1 AL AMANECER EMERG. Extrao es todo lo que ha acontecido desde aquel da en el agua, la ltima vez que vi a Yarince. Los ancianos decan en la ceremonia que viajara hacia el Tlalocan, los jardines tibios de oriente pas del verdor y de las flores acariciadaspor la lluvia tenue pero me encontr sola por siglos en una morada de tierra y races, observadora asombrada de mi cuerpo deshacindose en humus y vegetacin. Tanto tiempo sosteniendo recuerdos, viviendo de la memoria de maracas, estruendos de caballos, los motines, las lanzas, la angustia de la prdida. Yarince y las nervaduras fuertes de su espalda. Haca das que oa los pequeos pasos de la lluvia, lasgrandes corrientes subterrneas acercndose a mi morada centenaria, abriendo tneles, atrayndome a travs de la porosidad hmeda del suelo. Senta que estaba cercano el mundo, lo vea acercarse en el diferente color de la tierra. Vi las races, las manos extendidas, llamndome. Y la fuerza del mandato me atrajo irremisiblemente. Penetr en el rbol, en su sistema sanguneo, lo recorr como una larga caricia desavia y vida, un abrir de ptalos, un estremecimiento de hojas. Sent su tacto rugoso, la delicada arquitectura de sus ramas y me extend en los pasadizos vegetales de esta nueva piel, desperezndome despus de tanto tiempo, soltando mi cabellera, asomndome al cielo azul de nubes blancas para or los pjaros que cantan como antes. Cant tambin con mis nuevas bocas (hubiera querido danzar) y hubo azaharessobre mi tronco y en todas mis ramas, olor de naranjas. Me pregunto si habr llegado, por fin, a las tierras tropicales, al jardn de abundancia y descanso, a la alegra tranquila e interminable reservada a los que mueren bajo el signo de Quiote-Tltoc, seor de las aguas... Porque no es tiempo de floraciones es tiempo de frutos. Pero el rbol ha tomado mi propio calendario, mi propia vida el ciclo deotros atardeceres. Ha vuelto a nacer, habitado con sangre de mujer. Nadie sufri este nacimiento, como sucedi cuando asom la cabeza entre las piernas de mi madre. Esta vez no hubo incertidumbre, ni desgarraduras en la alegra. La partera no enterr mi xicmetayotl, mi ombligo, en la esquina oscura de la casa ni me tom en sus brazos para decirme Estars dentro de la casa como el corazn dentro delcuerpo... sers la ceniza que cubre el fuego del hogar. Nadie llora al ponerme nombre, como hubo de hacerlo mi madre, porque desde la aparicin lejana de los rubios, de los hombres con pelos en la cara, todos los augurios eran tristes y hasta teman llamar al adivino para que me pusiera nombre, me diera mi tonalli. Teman conocer mi suerte. Pobres padres La partera me lav, me purific implorando aChalchiuhtlicue, madre y hermana de los dioses y en esa misma ceremonia, me llamaron Itz, gota de roco. Me dieron mi nombre de adulta, sin esperar que llegara mi tiempo de escogerlo, porque teman el futuro. En cambio, ahora todo parece tranquilo a mi alrededor hay arbustos recin cortados, flores en grandes maceteras y un viento fresco que me mueve, me mece de un lado al otro como si as me saludara, me dierala bienvenida a la luz despus de tanta oscuridad. Extrao es este entorno. Me rodean muros. Construcciones de anchas paredes como las que nos hacan levantar los espaoles. Vi una mujer, la que cuida el jardn. Es joven, alta, de cabellos oscuros, hermosa. Tiene rasgos parecidos a las mujeres de los invasores, pero tambin el andar de las mujeres de la tribu, un moverse con determinacin, como nos...
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