la niña
¡ A nosotras las mujeres de deberas naiden nos
lebanta la mano, i menos las mulas como usté !
El hombre a quien la mujer se dirigía—que
estaba yaexcitado por el pulque que había
ingerido, y por las frases de la vieja—no esperó
más: levantó la mano y le lanzó una bofetada. La
mujer se escabulló con rapidez y el borracho cayó
de bruces.—¡ Ai`stan los ombres d`iora ! lebántese desgrasiado,
yo soy la ke le boy a pegar—y sacó de entre la pretina
de la enagua un corto cuchillo, y esperó a que el caído
se Ievantara.
Pero el hombre sehacía pato. Comprendía que
la riña iba de veras. La hembra adquirió valor y le lanzó
una andanada de injurias que hicieron reír a los borrachos
que estaban en la puerta de la pulquería y a la genteque
se había detenido para presenciar el pleito callejero,
Callejero precisamente no—callejonero— porque se
verificaba en un angosto callejón del barrio de La Merced,
frente a la pulqueríapoéticamente titulada `Horas de
Consuelo y Olvido`.
Por fin el hombre se levantó esquivando con un manojo de
cuerdas—era un cargador de legumbres—los golpes que la
mujer le tiraba. Apenas contenía suindignación. Se fue
retirando poco a poco hasta entrar en la pulquería. La hembra
lo siguió, y como él iba hacia atrás y estaba bastante
borracho
tropezó y volvió a caerse. Pero esta vez selevantó
violentamente y furioso enarboló las cuerdas y azotó a la mujer.
Un joven intervino—otro cargador—se puso entre los dos
luchadores y le reclamó al que pegaba.
—Usté métase konmigo y no lespegue a las biejas !
—Usté me gusta pa`bieja, jijo de un tal.
Y arrojando a un lado las cuerdas sacó, a su vez un cuchillo,
y se echó encima del intruso. Pero Ios amigos intervinieron,
no tanpronto sin embargo como hubiese sido necesario para
que el gendarme no echase mano a los rijosos. Cargó con
ellos y con la vieja. La gente se quedó haciendo comentarios,
—Karay decía una mujer...
Regístrate para leer el documento completo.