La sinfónica y otros cuentos musicales

Páginas: 105 (26043 palabras) Publicado: 26 de mayo de 2014
LA SINFONICA
Y OTROS CUENTOS MUSICALES1

PABLO MONTOYA CAMPUZANO

1

Pablo Montoya Campuzano, La sinfónica y otros cuentos musicales, Medellín, Editorial El Propio Bolsillo, 1997, 131 p.

Para José J.
Que me regaló una flauta

EL MADRIGAL
1
El Príncipe de Venosa mira las hojas regadas sobre la mesa. Sabe qué escribir sobre el
pentagrama. Ya no existen los arduos intentos deatrapar los sonidos escuchados en el sueño. Los
acordes resuenan ahora nítidos en su piel. Pero no hay alegría porque se le haya revelado una nueva
fase en su modo de composición, sino una urgente necesidad de interrumpir, aunque sea por un
momento, el final de la obra. Abrumado, se levanta. Siente asco por todo lo circundante. Piensa no
seguir su plan meticuloso. Quiere irse a un refugio en lasmontañas. Y no concluir lo que le ha costado
las más ásperas luchas contra los demonios del contrapunto. Le llegan, como fogonazos, imágenes
amadas de la mujer: el gesto de agónica felicidad en las primeras noches compartidas, la suavidad de
los labios en su miembro, las piernas entrelazadas mientras él confesaba secretos escondidos desde la
niñez. El sopor de la noche, incrustado en su propianoche, le hace abrir la ventana. Entre el follaje de
los árboles, como un ojo compasivo, ve emerger la luna con lentitud. El Príncipe trata de definir el
suplicio de los últimos días a partir del movimiento del astro. Reconoce, en las hojas de la mesa, algo
de ese leve transcurrir de las dolencias internas. Cierra los ojos. En su mente reproduce, consolándose,
el primer sonido de las cincovoces. Sonido afectado por una fuerza inicial que se va esfumando. Y
luego es el tortuoso ascenso cimentado en las palabras "Por qué". Recorre nuevamente las respuestas
que ella daría si él fuese capaz de abordarla. Pero ninguna puede convencerlo. Presiente la mentira o,
peor aún, la súplica. Ambas, en todo caso, aumentan su rabiosa amargura de traicionado. Sabiendo
que la desesperación crececuando no está sumergido en su labor, camina hacia la mesa. Vuelve a
mirar los signos y las líneas rígidas con que la música se disfraza, los matices marcados por él con
tintas de colores diferentes. Sigue, sin cantarlos, los tres temas que, en determinado sitio, se unen en el
fortísimo de las voces. Está seguro de que el efecto será repudiado por la mayoría de los críticos. Su
desazón no hapermitido, sin embargo, las estabilidades armónicas, los lirismos que sean recordados
después por una levedad o una tristeza fáciles. Más bien, es preciso que ese lugar de la composición
tenga una aspereza que se torne insoportable durante segundos. Y que después pase, poco a poco,
por los trances de un dolor construido con disonancias nunca antes utilizadas. Además, superada la

impotencia delcomienzo, lo escrito es lo más cercano a los vestigios sonoros del sueño. De ese sueño
que se le instaló en la memoria, como un paisaje nefasto, en las vísperas del matrimonio.
2
Fue menester que pasaran años para que el Príncipe volviera a despertar y sintiera que su cuerpo
resonaba como un gran instrumento. La música soñada antes de las nupcias, a diferencia de la que lo
había despertadopocas semanas atrás, se dejó plasmar fácilmente. Y, cuando el obispo bendijo la
unión hasta la eternidad, fue cantada con regocijo. En el momento del beso, ella le susurró que los
sonidos que llenaban cada rincón de la iglesia eran el trasunto de su dicha. Algo, empero, había
quedado sin expresar. Un pasaje sonoro del sueño que el Príncipe desechó por no encajar con el
diáfano resplandor delresto. Seguro de esta consideración, los ecos del sueño se fueron haciendo
minúsculos en su mente. Y nada de ello contó al sacerdote organista que revisaba, con juicio
bondadoso pero contundente, sus creaciones.
El sacerdote lo conoció años atrás. Se dio percató de que era observado por alguien que se
escondía detrás de una columna. El niño, curioso por los movimientos de los dedos en las teclas,...
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