Ley de Herodes

Páginas: 6 (1288 palabras) Publicado: 19 de abril de 2014
Jorge Ibargüengoitia
(Guanajuato, México, 1928 - Madrid, 1983)


La ley de Herodes
      Sarita me sacó del fango, porque antes de conocerla el porvenir de la Humanidad me tenía sin cuidado. Ella me mostró el camino del espíritu, me hizo enten­der que todos los hombres somos iguales, que el único ideal digno es la lucha de clases y la victoria del pro­letariado; me hizo leer a Marx, aEngels y a Carlos Fuentes, ¿y todo para qué? Para destruirme después con su indiscreción.
      No quiero discutir otra vez por qué acepté una beca de la Fundación Katz para ir a estudiar en los Estados Unidos. La acepté y ya. No me importa que los Estados Unidos sean un país en donde existe la explotación del hombre por el hombre, ni tam­poco que la Fundación Katz sea el ardid de un capitalista(Katz) para eludir impuestos. Solicité la beca, y cuando me la concedieron la acepté; y es más, Sarita también la solicitó v también la aceptó. ¿Y qué?
      Todo iba muy bien hasta que llegamos al examen médico... No me atrevería a continuar si no fuera porque quiero que se me haga justicia. Necesito jus­ticia. La exijo. Así que adelante...
      La Fundación Katz sólo da becas a personas fuertescomo un caballo y el examen médico es muy riguroso.
      No discutamos este punto. Ya sé que este examen médico es otra de tantas argucias de que se vale el FBI para investigar la vida privada de los mexica­nos. Pero adelante. El examen lo hace el doctor Philbrick, que es un yanqui que vive en las Lomas (por supuesto), en una casa cerrada a piedra y cal y que cobra... no importa cuánto cobra,porque lo pagó la Fundación. La enfermera, que con seguridad traicionó la Causa, puesto que su acento y rasgos faciales la delatan como evadida de la Europa Libre, nos dijo a Sarita y a mí, que a tal hora tomáramos tantos más cuantos gramos de sulfato de magnesia y que nos presentáramos a las nueve de la mañana si­guiente con las “muestras obtenidas” de nuestras dos funciones.?
      ¡Ah, quéhumillación) ¡Recuerdo aquella noche en mi casa, buscando entre los frascos vacíos dos adecuados para guardar aquello! ¡Y luego, la noche en vela esperando el momento oportuno! ¡Y cuando llegó, Dios mío, qué violencia! (Cuando exclamo Dios mío en la frase anterior, lo hago usando de un recurso literario muy lícito, que nada tiene que ver con mis creen­cias personales.)?
      Cuando estuvo guardada laprimer muestra, volví a la cama y dormí hasta las siete, hora en que me levanté para recoger la segunda. Quiero hacer no­tar que la orina propia en un frasco se contempla con incredulidad; es un líquido turbio (por el sul­fato de magnesia) de color amarillo, que al cerrar el frasco se deposita en pequeñas gotas en las pa­redes de cristal. Guardé ambos frascos en sucesivas bolsas de papel paraevitar que alguna mirada penetrante adivinara su contenido.?
      Salí a la calle en la mañana húmeda, y caminé sin atreverme a tomar un camión, apretando con­tra mi corazón, como San Tarsicio Moderno, no la Sagrada Eucaristía, sino mi propia mierda. (Esta me­táfora que acabo de usar es un tropo al que llegué arrastrado por mi elocuencia natural y es indepen­diente de mi concepto del hombre moderno.)Por la Reforma llegué hasta la fuente de Diana, en donde esperé a Sarita más de la cuenta, pues habla tenido cierta dificultad en obtener una de las nuestras. Llegó como yo, con el rostro desencajado y su envoltorio contra el pecho. Nos miramos fijamente, sin decirnos nada, conscientes como nunca de que nuestra dignidad humana había sido pisoteada por las exigencias arbitrarias de unaorganización típicamente capitalista. Por si fuera poco lo anterior, cuando llegamos a nuestro destino, la mujer que había traicionado la Causa nos condujo al laboratorio y allí desenvolvió los frascos ¡delante de los dos! y les puso etiquetas. Luego, yo entré en el despacho del doctor Philbrick y Sarita fue a la sala de espera.?
      Desde el primer momento comprendí que la inten­ción del doctor...
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