Libro, Julia Quinn






Argumento







Han pasado tres años desde el matrimonio de Francesca y Michael, y todavía no han tenido hijos.

Y Francesca se pregunta: « ¿Cómo una mujer puede ser verdadera y completamente feliz, cuando un pedazo de su corazón permanece vacío?» Pero solo, cuando se pone en paz con su destino, algo inesperado ocurre…





El corazón de una Bridgerton
SegundoEpílogo


Ella estaba contando otra vez.
Contando, siempre contando.
Siete días desde su última menstruación.
Seis hasta que pudiera ser fértil.
De veinticuatro a treinta y uno, hasta que pudiera esperar sangrar de nuevo, si es que no concebía.
Lo que probablemente no haría.
Habían pasado tres años, desde que se había casado con Michael. Tres años. Había sufrido en ese transcurso treinta y tresveces. Los había contado, por supuesto; pequeñas marcas en un pedazo de papel que resguardaba en su escritorio, en la esquina más alejada del cajón del medio, donde Michael no pudiera verlo.
Eso podría hacerle daño. No porque él quisiera un hijo, lo cual quería, sino porque ella deseaba uno desesperadamente.
Y él quería dárselo a ella. Quizá incluso más de lo que lo quería para sí mismo.
Ellaintentaba esconder su dolor. Intentaba sonreírle en la mesa del desayuno y pretender que no le importaba si tenía un rollo de tela entre las piernas, pero Michael siempre lo veía en sus ojos, y parecía querer tenerla más cerca durante el día, besarle su frente más a menudo.
Intentaba decirse a sí misma que debía contar todas sus bendiciones. Y lo hacía. Oh, como lo hacía. «Todos los días». Ellaera Francesca Bridgerton Sterling, condesa de Kilmartin, bendecida con dos maravillosas familias: Aquella en la que había nacido y aquella que había adquirido, dos veces, a través del matrimonio.
Tenía un marido con la que la mayoría de las mujeres soñaban. Guapo, divertido, inteligente y tan desesperadamente enamorado de ella como lo estaba ella de él. Michael la hacía reír. Hacía que sus días ysus noches fueran una aventura. Adoraba hablar con él, caminar con él, simplemente sentarse en el mismo cuarto con él para intercambiar miradas, mientras ambos «pretendían» leer un libro.
Era feliz. De verdad, lo era. Y si nunca tenía un bebé, por lo menos tenía a ese hombre, a ese maravilloso, increíble, milagroso hombre, que la entendía de una manera que la hacía suspirar.
La conocía. Conocíacada pulgada de ella, y aún así, nunca dejaba de asombrarla y de desafiarla.
Lo amaba. Con cada aliento de su cuerpo, lo amaba.
Y la mayor parte del tiempo, eso era suficiente. La mayoría del tiempo, «era» más que suficiente.
Pero a mitad de la noche, después de que él se dormía y aún ella permanecía despierta, acurrucada contra él, sentía un vacío, que temía nada podía llenarlo. Se tocaba suabdomen, y allí estaba, tan plano como siempre, burlándose de ella con su negativa de darle la única cosa que quería más que nada en el mundo.
Y en ese momento lloraba.

Tenía que tener un nombre, pensaba Michael mientras estaba parado en frente de la ventana, observando como Francesca desaparecía sobre la ladera hacia el terreno de la familia Kilmartin. Tenía que haber un nombre para esaparticular forma de dolor, de tortura, en realidad. Todo lo que deseaba en el mundo era hacerla feliz. Oh, también deseaba otras cosas como: paz, salud, prosperidad para sus arrendatarios, y hombres rectos, en el puesto de Primer Ministro para los próximos cien años. Pero cuando todo eso era dicho y hecho, lo que realmente quería era la felicidad de Francesca.
La amaba. Siempre lo había hecho. Eso era,o por lo menos debió haber sido, la cosa más sencilla del mundo. La amaba. Punto. Y podría mover cielo y tierra, si solo estuviera en su poder, hacerla feliz.
Excepto en la única cosa que ella quería más que nada, la única cosa que pedía tan desesperadamente y luchaba tan valientemente esconder su dolor, porque él parecía no ser capaz de darle algo.
Un hijo.
Y lo cómico era, que él estaba...