libro paula
demasiado grande, con un bolsón de cuero a la espalda, un sombrero de fieltro metido
hasta las orejas y loszapatos empapados. El portón de madera, hinchado por el agua,
está trancado, necesito el peso de todo el cuerpo para moverlo. En el jardín de la casa de
mi abuelo hay un álamo gigantesco con las raíces alaire, un macilento centinela vigilando
la propiedad que parece abandonada, persianas zafadas de las bisagras, muros
descascarados. Afuera apenas comienza a oscurecer, pero adentro ya es nocheprofunda,
todas las luces están apagadas, menos la de la cocina. Hacia allá me dirijo pasando por el
garaje, es una pieza grande, con las paredes manchadas de grasa, donde cuelgan de unos
garfioscacerolas y cucharones renegridos. Un par de bombillos salpicados de moscas
alumbran la escena; una olla hierve y silba la tetera, el cuarto huele a cebolla y un
enorme refrigerador ronronea sin cesar.Margara, una mujerona de sólidos rasgos
indígenas con una trenza flaca enrollada en la cabeza, escucha la novela de la radio. Mis
hermanos están sentados a la mesa con sus tazas de cocoa caliente ysus panes con
mantequilla. La mujer no levanta los ojos. Anda a ver a tu madre, está en cama otra vez,
rezonga. Me quito el sombrero y el abrigo.
No dejes tus cosas tiradas, no soy tu sirvienta, notengo por qué recogerlas, me ordena
subiendo el volumen de la radio. Salgo de la cocina y enfrento la oscuridad del resto de la
casa, tanteo buscando el interruptor y enciendo una pálida luz queilumina apenas un
recibidor amplio al cual dan varias puertas. Un mueble con patas de león sostiene el busto
de mármol de una muchacha pensativa; hay un espejo con grueso marco de madera,
pero no lomiro porque puede aparecer el Diablo reflejado en el cristal. Subo la escalera a
tiritones, se cuelan corrientes de aire por un hueco incomprensible en esa extraña
arquitectura, llego al segundo...
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