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La Quema
Habían trabajado raudamente durante todo el verano aquel pedazo de tierra. Una falda empinadísima de la montaña que tenía mucha madera. Solamente el había quebrado tres machetes en el tronco de caliche de los cones y patas de venado. Era una musca soñada la de los machetes de vuelta cortando los remajes y la de las hachas trozando los grandes troncos que caían, tras un clamorosoquejido de tejidos desgarrados y rodaban cuesta abajo, mientras las bocas de los hombres se encautaban diciendo:
-¡Árbol va! ¡Árbol vaaaa!
Su trabajo había sido pesado. El era un pobre peón de a real y medio y la comida, pero sentía un amor intensísimo por la tierra. Por la selva tejada. Por la parcela rotulada. Por la semilla hinchándose en los agujeros hechos a macana. Por los tallitoserguidos. Por las mazorcas apiladas en la troja. No trabajaba en su propia milpa porque no tenia tierras y el quinto que cobraban los que consentían en alquilarlas era tan alto que era mas productivo comprar el grano para la mujer y los hijos y ganarse el su chojin alquilando su machete y su brazo.
Desde en febrero empezaron la roza. Eran cinco mozos y el patrón que también trabajaba al par de ellos concoraje y ardor. La faena era fatigante, pero la comida era buena, y cada dia que pasaba les traía una nueva emoción.
-¡Mañana llegaremos hasta el amaton de la primera falda! –decía el patrón.
Y trabajaba, trabajaban duro. Multiplicaban sus energías. No les importaba el sudor. No los detenían los temporales. Por la tarde, ya habían llegado al amaton de la falda y veían ensancharse delante de susojos el campo que a brazo partido le robaban a la selva. Al día siguiente se venia abajo un manchón de roble amarillo. Otro día un mogote de ixcanales cuyas hormiguitas negras les levantaban ampollas en la piel. Y así, de emoción en emoción. Paso a paso. Hasta el fin.
¡ Y que fragancia al del monte recién cortado! Los robles huelen de un modo. Los chimices, de otro. Los nances tienen unafragancia dulce. Pero los pinos…¡Dios mío! ¡Que fragancia la de los pinos! ¡esos si huelen como el corazón del peón hondureño! ¡daba dolor cortarlos! ¡Pero no había de otra. ¡Si ellos no caían no habría maíz!...
La bendición aromosa del bosque cortado se le metía en las venas. La fortalecía la sangre. Le aumentaba sus fuerzas. Era matemático, sin fallarle una sola vez: su mujer le alumbraba siempre unhijo nueve meses después de las rozas. Era lindo el trabajo. Rica la fragancia del bosque descuajado. Suave la canción de las espigas que se levantaban después en la milpa sembrada por sus manos encallecidas en el jornal.
La roza estaba ya terminada. Sobre el antes verde follaje rumoroso, ahora dejaba caer el sol el suplicio tormentoso de sus rayos. Traqueaban las ramas. Se achicharraban lashojas. Los chiquirines afilaban sus lamento indefinido: ¡chi qui rin; chi qui rin, chi qui riiiinnnnn!, y los peones abrían la ronda para hacer después la quema e impedir que el fuego se pasara a los cercados vecinos e incendiara las posterías de los alambrados de púa.
El sábado de gloria quemaría y para él era este un espectáculo emocionante. Por los momentos sentía tristeza al ver que el fuegodevoraba los troncos y los remajes. Sentía un nudo de emoción cuando veía salir de entre las llamas infinidad de animalitos desposeídos por el hombre de sus hogares. Per se extasiaba contemplando los remolinos crepitantes de las llamas que ascendían, lamían, calcinaban y crujían, dejando la tierra lista para las siembras. Los bachilleres decían que es malo quemar. ¿pero como iban a hacer ellos si noquemaban?
El sábado de gloria fueron todos a misa. Era costumbre llevar agua muchos cantos, rezos y letanías. Luego se encaminaron a la roza para quemar en las primeras horas de la tarde.
El día estaba un poco amenazante. Soplaba un viento molesto del norte y el calor calcinaba en el momento en que el cristiano se paraba sobre su propia sombra. Pero como a las tres, el aire amenguo y se dio...