literautas

En Navidades encontré un empleo en Correos como repartidor de telegramas. El trabajo consistía
en entregar telegramas en mano a los destinatarios, sí estos no estaban,se hacia cargo alguna
personadel domicilio, y te firmaba el recibo. Era un trabajo eventual, de solo tres semanas en
Navidad y Reyes,de escasa paga, pero, ¡Era lo que había! no había mucho donde elegir. Alguna
propina de vez encuando te endulzaba un poco el día, lo que mas me seducía era que se
desarrollaba en la calle, y eso siempre me agradaba.
Era un día por la mañana con ese frio mañanero de Madríd, que te cala hastalos huesos. Me dieron
una entrega para la Cava Baja, justo en mi barrio, si bien lo conocía bien, me preguntaba si el
numero de la calle, correspondería a esas fincas antiguas, la mayoría lo eran,que no tenían
ascensor,y así fue,no había ascensor, el piso era la buhardilla. La finca tendría 3oo años, el portal
angosto, oscuro y olía a húmedo, el suelo de grandes losas de granito era todomenos liso y los
escalones muy marcados por los años de pisadas. La escalera, sombría,no tenia hueco, solo en los
descansillos de los pisos, había una pequeña luz que alumbraba con dificultad, segúnsubía se
vislumbraba unos rayos de luz. Ya en el quinto piso pude percibir un gran chorro de luz, que
provenía del exterior, un gran tragaluz daba vida a un rellano,limpio, de paredes pintadas, y unasplantas que parecía haber llegado a un oasis. Se sentía el buen gusto.
La destinataria era una mujer Laura Trobajo. Llamé varias veces al timbre sin respuesta, pensé que
debido a la hora estaríantodavía durmiendo. Y así fue, al momento oigo ruido y me preguntan:
_¡Quien es?
_un telegrama para Dª Laura Trobajo – respondí.
Me dio que la persona estaba esperando una noticia importante.Segundos tardo la mujer en abrirme. De pronto, aparece en la puerta una mujer morena de muy ver
y mejor edad, cubierta con un batín transparente,que se había puesto a la carrera, a través del cual se...