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Sin poder conciliar el sueño yconvencido de tener ante mí una revelación importante, recordé el caso del californiano Edmund Kemper, un joven que poseía un coeficiente intelectual de genio yuna corpulencia física extraordinaria, medía 2,05 metros. Cuando Kemper observaba en una cafetería a una joven que le resultaba atractiva, deseaba conocerla einvitarla a salir. Finalmente se sentía incapaz de hacerlo, así que tomaba una fría decisión: la asesinaba para convertirla en su pareja. Para justificarlos ocho homicidios que cometió entre 1972 y 1973, declaró que simplemente se sentía incapaz de entablar una relación normal con esas bellas jóvenes.
Tambiénrepasé la historia del asesino en serie Dennis Nilsen, un escocés que no se podía relacionar armónicamente con los demás seres humanos, pero tampocosoportaba estar solo. Nilsen, después de estrangular a sus víctimas, violaba sus cuerpos y los conservaba en su casa por varias semanas. En 1983, cuando fuecapturado, su argumento para explicar los crímenes cometidos resultó banal y desconcertante: “lo hice para que ellos no me abandonaran, para no quedarme solo”.
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