Lo que ya digo
a vida es una sucesión de grises aunque la veamos en colores…
Cuando era chico me encantaba ver televisión (en ese entonces en blanco y negro). Veía todas las pelis que secruzaban por mis ojos, pero como comprenderán, las que más me encantaban eran las de acción y dentro de ellas, las de vaqueros. Recuerdo que ellas versaban sobre las aventuras de un muchacho bueno queluchaba contra los villanos de turno.
Era destacable ver en todas las películas como caracterizaban al héroe, con sombrero claro y a los villanos con sombrero oscuro (que en la pantalla de TV aparecíancomo blanco y negro respectivamente). Además del sombrero, contrastaba el aspecto general, límpido del bueno vs. desalineado del malo; aunque algunas veces el villano más malo o el jefe de ellosvestía de forma impoluta, pero eso sí… De negro. Esta caracterización de los personajes me hacía más fácil reconocer a los buenos de los malos. En dichas películas no había términos medios, o se estabade un lado o del otro, salvando alguna rara excepción…
No recuerdo que edad tendría (ocho ó nueve años), pero resultó que estando viviendo en Venezuela, llegaron mis abuelos maternos de visita de laArgentina. En esa oportunidad, aprovechó mi abuelo a enseñarme a jugar al ajedrez. Desde entonces él fue mi más difícil rival, ya que terminamos conociéndonos tan bien que era imposible planificarestrategia alguna.
De regreso en la Argentina me regaló su libro de aprendizaje. Era de Emmanuel Lasker, un antiguo campeón de ajedrez. En él aprendí nuevas aperturas y finales, pero ante mi abuelo nome sirvieron de nada. Con la separación de mis padres, él sustituyó en gran parte la figura paterna, necesaria en mi adolescencia. Su ideología política (era marxista) caló tan hondo en mí, queintenté seguir sus pasos y aun perdura su huella en mis pensamientos políticos y humanos. Él predicaba el comunismo con el ejemplo. Era sencillo, respetuoso y para mí pese a que por su origen social...
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