Los males de la señora Ratina

LOS MALES DE LA SEÑORA RATINA

¡Oh! Qué mal se sentía la señora Ratina. Estaba cansada, muy cansada, la cabeza le dolía, sus ojos antes vivos y brillantes estaban tristes y opacos, su piel de terciopelo gris, de la que antes estaba orgullosa, aparecía ahora hirsuta, sin lustre, llena de manchas. ¡Pobre señora Ratina, estaba mala, muy mala!
     —Señora —dijo Bisbirinda, una ratita muy lista ymuy simpática que había entrado al servicio de la señora Ratina, desde que ésta por sus enfermedades no podía desempeñar sus quehaceres—. ¿Por qué no va usted con el doctor Colín? Es un médico famoso, a papá lo curó el año pasado de una indigestión terrible por haberse comido un enorme queso de bola, y a mamá le hizo echar el veneno que en una casa habían puesto para matarla, y que ella sin saberlo que era, comió tranquilamente.
     — ¿Y dónde da consulta ese médico? —contestó vivamente interesada la señora Ratina.
     —Muy cerca de aquí, señora, al pie del gran ahuehuete tiene su consultorio.
     —Pues vamos allá, veremos si él puede curarme.
     La señora Ratina, con mucha dificultad, y ayudada por Bisbirinda, salió apoyándose en el hombro de la criadita hasta llegar alahuehuete. En la puerta estaba la enfermera, una linda ratita vestida de blanco de la cabeza a los pies.
     Cortésmente las hizo pasar a la sala de espera, donde otras ratas, ratones y hasta ardillas y liebres esperaban su turno. Uno a uno fueron desfilando los pacientes hasta que llamaron a nuestra amiguita. El doctor era un ratón alto, muy derecho, con su brillante piel perfectamente cepillada, sucolita muy tiesa y cubierto con una bata blanca inmaculada.
     —Vamos a ver, señora. ¿Qué es lo que le sucede? —preguntó amablemente acercándole una silla.
     —¡Ay, doctor! No sé lo que tengo. Todo me duele. Todo me molesta y ni siquiera el queso ni la harina me llaman la atención.
     —Malo, malo. ¿No le atraen el queso ni la harina? —dijo arqueando las cejas y poniendo sus lentes sobre lanariz—. Eso sí que es de alamar. Pero vamos a ver… primero los ojos… ¡ oh! ¡Oh!, Amarillos, no me gusta eso.. las uñas… ¡uf! … Están muy pálidas… a ver el pulso… —y tomándole la mano miraba fijamente su reloj.
     Por fin después de unos minutos levantó la cabeza.
     —Lo que usted tiene es un estado terrible de debilidad. Vamos a darle este tónico para fortalecerla. Escribió rápidamente unareceta y la despidió diciéndole:
     —Ya verá cómo la curamos, y si esta medicina no surge efecto, vuélvame a ver; y si no puede venir mándeme llamar.
     La señora Ratina salió muy alentada seguida por Bisbirinda. Pasaron por la farmacia para surtir la receta y pronto estuvieran en casa.
     —¡Ay, Bisbirinda!, apenas entró en la casa y ya me vuelve el dolor de cabeza. Cierra, cierra, esaventana que el aire me hace daño.
     —Tome su tónico, señora, y acuéstese, tal vez sea la fatiga del camino.
     Y diciendo y haciendo le dio la cucharada y acostó a su ama cuidadosamente.
     Pasaron varios días, la señora Ratina se había acabado el frasco del tónico y no había sentido mejoría: al contrario, cada día estaba más enferma.
     — ¿Lo ves Bisbirinda, como no me ha curado tudoctor?
     —Señora lo veremos otra vez.
     —Dices bien, ve pronto ha llamarlo.
     Bisbirinda corrió enseguida por el doctor Colín, y regresó diciendo que no tardaría en llegar. Efectivamente, al poco rato estaba frente a la enferma.
     —Malo, malo. ¿Por qué están las ventanas cerradas?
     —¡Ay, doctor!, es que el aire me hace mucho mal.
     —¿Le hace mal? No, señora, ahora me doycuenta de lo que es su enfermedad. ¡Claro! La falta de luz debe traer a usted toda clase de enfermedades. Inmediatamente va usted a abrir esas ventanas.
     —Pero, doctor, ya es de noche, las abriré mañana.
     —No, señora, usted debe dormir con la ventana abierta y mañana volveré a recetarla. Por ahora nada más eso: dormir con la ventana abierta y el cuarto bien ventilado. Quieras o no...