Los malos adioses iñaki abad

“LOS MALOS ADIOSES”
IÑAKI ABAD
Ediciones Siruela 2007
Nuevos Tiempos Ediciones Siruela
In the loneliness of night,
when time passes most darkly,
the men have already departed.
Irons forged from chimeras,
the trains begin journeys to nothingness,
and the men have gone on them,
they’re just not here any more.
Far away, charred land
that the rain hides and the sun abandons;
and, on theplatforms, gusts of wind
cruelly scraping the void
of bad farewells*.
Ian Coolbridge, Scenes of Insignificance
En la soledad de la noche, / cuando más oscuro pasa el tiempo, / los
hombres ya han salido. / Hierros forjados desde las quimeras, / los trenes
emprenden viajes hacia la nada, / y los hombres se fueron en ellos, / simplemente
ya no están. / A lo lejos, tierra calcinada / que lalluvia oculta y
el sol abandona; / y en los andenes, ráfagas de viento / rasgando con
crueldad el vacío / de los malos adioses (Ian Coolbridge, Escenarios de insignificancia).
Uno
Arrastraba el bolsón de viaje como si le fuera la vida en ello. Isabel Varela tiraba de él y de nada
valía que tuviera ruedas, se atollaban en el empedrado de la acera que bordeaba la imponente
fachada de la estacióncentral de Piazza Garibaldi, y sacarlas exigía un ulterior esfuerzo del brazo,
un golpe seco, agotador. Tenían algo de desesperado aquellas sacudidas, pero lo que más sorprendía
eran la firmeza y la determinación con que la mujer avanzaba entre el gentío, la cabeza erguida, la
cara descubierta y la melena castaña suelta, el impermeable largo, azul marino, ceñido en la cintura y
el andardesenvuelto. Pasó por delante de una farmacia donde pestañeaba una cruz verde
fluorescente y se dirigió hacia la entrada principal, en la que se concentraba un hormigueo incesante
de personas. Unas salían afanosas en dirección a las marquesinas de los autobuses o hacia la cola de
una parada de taxis vacía, mientras otras se apresuraban en dirección contraria, hacia el atrio de la
estación. –Taxi,taxi –bisbisó alguien como un ofidio al cuello de Isabel Varela–. Taxi, signorina,
taxi... Siguió adelante, sin prestar atención al tipo que le había ofrecido los servicios de un taxi ilegal,
y que revoloteaba junto a una decena más en busca de algún turista o incauto al que, una vez dentro
de su vehículo sin licencia ni taxímetro, estafar en el precio de la carrera o, en el peor de los casos,acabar desvalijando en cualquier descampado de la periferia. –...taxi, signorina, taxi –las palabras eran
moscas pegajosas–, taxi barato, taxi para dentro y fuera de la ciudad, taxi... Merodeaban también
por la zona varias albanesas de rostro cetrino y mirada ávida, con niños enfajados en sus regazos,
prontas para descuidar con habilidad cualquier objeto de valor. Isabel aferró aún más fuerte elasa
del bolsón, no por defender las fruslerías de la mujer que había empezado a dejar de ser, la
identidad de un pasado que se reducía a varios vestidos, jerséis y ropa interior, un neceser, cremas,
algunos libros leídos e inútiles, zapatos y una agenda, sino por esa extraña fidelidad hacia los
féretros, que era precisamente como ella sentía aquella gran bolsa que iba arrastrando. Vigilamoslos
féretros aunque sólo contengan materia muerta, los velamos, los acompañamos y empujamos,
cargamos con ellos de un lugar a otro, los lloramos, nos abrazamos desesperadamente a ellos, y
luego les damos sepultura o los encerramos en nichos o los incineramos. Ninguna vida contienen
ya, sólo materia muerta, se repitió; y, sin embargo, los defendemos con dientes y uñas, con lágrimas
y recuerdos.El bolsón era el féretro de la vida que Isabel Varela se estaba dejando atrás, sí, porque
al final la vida es un féretro que llevamos a cuestas y que vamos llenando cada minuto y cada
segundo, y que hace nuestro caminar más pesado, como solía decir su padre, de tal forma que
cuando ya no podemos ni dar un paso más, cuando aquella caja está colmada y nos extenúa,
significa que ha llegado...