LOS PERROS DE PAVLOV

Páginas: 32 (7951 palabras) Publicado: 7 de abril de 2013
CAPITULO I

A los ochenta y tres años de edad falleció Evaristo Diógenes Toledo. Murió solo, (de hecho la muerte es personal) pero su situación recae en una soledad absoluta, en un cuarto arrendado por treinta mil pesos al mes, donde a duras penas cabía su mundo, su colección de libros de toda índole, desde medicina hasta matemática quántica, su música vieja, un par de pantalones y unoscuadros, cuyos paisajes invitaban mas al suicidio que al arte.
Una vecina lo encontró, envuelto en una cruda desnudez con su boca oliendo a cenicero, el diario de la semana pasada con noticias viejas de un nuevo mundo, tumbado en el único sillón de la habitación daba la impresión de haber preparado el cuadro con el solo fin de que su tragedia fuera más trágica.
El lugar se encontraba limpio, suslibros ordenados alfabéticamente en estanterías artesanales, que alguna vez fueron pasatiempos de presos políticos, regalados vaya a saber por que favores concedidos, en su cocina, un solo plato sin lavar con los restos de lo que pareció ser una lasagna de verduras, pero nada impactaba mas como su cuerpo semidesnudo, delgado, con sus rasgos pronunciados casi al extremo de caricatura, de un colormorado invierno, denotaban el paso de un cáncer sin piedad, con mucha lentitud.
La tristeza no podía presentarse en un cuadro tal claro, no solo olía a muerte sino que todo allí gritaba soledad, desamparo y destierro, sin embargo a la señora Irma una sola cosa le llamo la atención, justo por encima de la humanidad desvanecida de Evaristo, pegado en el techo un cartel hecho a mano con una letrasescuálidas y fascistas que decía “Deberías estar escribiendo!!”, solo eso, como una orden del subconsciente, como un destello de vida en ese cuartucho.
A pesar de todos los esfuerzos por recordarlo como una persona afable, generosa y humilde todos sabían que en vida supo ser soberbio, orgulloso e intolerante. Miraba el mundo de una manera cotidianamente virtual y simple. Creía que no existía unremedio para la felicidad, creía en una condenación de sus antepasados, creía que estaba maldito. Escéptico hasta los huesos, imploraba a gritos una incredulidad que no poseía, contradictorio y consecuente, con un misticismo de tienda hindú de centro comercial, recaía en una asexualidad odiosa al extremo de tener los defectos de los dos géneros…
Murió en un pueblito lejano, pintoresco, sabíarecorrer sus calles con cautela, cuentan que sus últimos días se le vio salir a comprar el diario, -recuerdo que era lunes, porque me pidió el suplemento deportivo- comentó el kiosquero, -como siempre déme dos cajetillas de cigarros corrientes- me dijo y también pregunto si era época de acelga, porque tenía deseos de comer lasagna, -acá siempre hay que esperar la temporada de todo, si quiere unocomer pastel de choclo en junio, no señor, si se le antojan tomarse una margaritas en septiembre, NO, hay que esperar los limones, hasta cuando me pregunto!!- recordaba el kiosquero con un afán de chismes de lunes por la mañana.
Fue un día lunes que lo encontraron, llevaba más de dos horas de muerto, todavía el dedo índice de su mano izquierda estaba tibio, así también como sus plantas, un cactus yuna amapola.















El Encuentro

A las nueve de la mañana de un lunes siniestro, una llamada me perturbo el día, la señora Irma hablo cordialmente, desde su primera palabra pronunciada yo ya me temía el final,-señorito Lautaro, no tenia a quien mas recurrir, como usted sabrá a Don Evaristo no se le conocían familiares y el único que lo venia avisitar era usted, espero no incomodarlo con la llamada, es que no sabia a quien recurrir, usted sabrá…- no se preocupe usted, le interrumpí, yo me haré cargo de todo, enseguida voy hacia allá. Colgué el teléfono y con impaciencia comencé a buscar mi maletín, recuerdos comenzaron a lloverme como lanzas, -como un borracho necesita un bar, como un barco que necesita el mar…- solía repetirme, respire...
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