Malinche

“¡Ay, mis hijos!, mis pobres hijos… ¿Dónde los traje? ¿Dónde los llevaré?” . La quejumbrosa voz resonó como el grito de un pájaro en la aterciopelada noche. Pero la historia que les voy a contar llegaba en ese momento a su fin. Pues su principio, lejano, había comenzado veinticinco años atrás. Mi voz, es la de Tezcatlipoca, dios de dioses. La de Huitzilopochtli, dios de la guerra. Quizás devida a Quetzalcoátl, señor del viento y del maíz. O sólo sea Chalchiutlicue, diosa del agua viva, hermana de Tlaloc, dueño y señor de la lluvia.
Un día del año 3 cuchillos de la era azteca, sintió el abrigo de la vida, una niña cuyo llanto despertó a los dioses. En la habitación donde vino al mundo Malintzin, todo olía a cambio: incienso, tierra, y agua calentada que pasaba de mano en mano paralimpiar a la niña y a la madre. Sus dedos dulces tocaron aquellos otros dedos, llagados y duros por el trabajo. Una brisa fresca inundó la cara de la señora y salió de la boca de la pequeña.
Afuera, el día no reflejaba la misma felicidad. Estaban en el mes de Quetzalcoátl. Quien haya habitado Tenochtitlán sabe que este mes es el peor de todos: los vientos, las ráfagas tajantes, ayudan a la lluvia ensu tarea de incomodar a los seres humanos, acercándolos al sentimiento de desprotección y desamparo propios del frío. Afuera, el ruido de la ciudadela hablaba de trabajo, de maíz cosechado. De ropa lavada en el río y cacao tostado. Algunos corrían de aquí para allá con los orgullosos esclavos que se sacrificaría en honor a Huitzilopochtli. Se los vestía con prendas de algodón, y durante un añovivían como el dios. El último día se los untaba con plantas del lugar y se los llevaba al Teocalli para su paso a la otra vida. Otros, piedra con piedra, preparaban los alimentos tributo a Moctezuma. El olor a cocción de carnes, madera y maíz era inconfundible. E inaguantable. Alrededor de la isla ciudad, el Lago de Texcoco con sus agitadas aguas por el viento traía un canto de preocupación.Nezahualpilli, rey de la tribu y padre de Malintzin, viejo conocedor de las tradiciones y ritos, no vio con buenos ojos cuando en ese instante un águila cortó el cielo con su vuelo.
Todo indicaba que al crecer a Malintzin se la llevaría lejos Quetzalcoátl y su nombre ya no sería el elegido por sus padres. Cambiaría su suelo por tierra lejana.
Moctezuma mientras tanto, aseguraba ver en un espejo quehabitaba en la cabeza de un ave, hombres extraños, diferentes, bajar de enormes canoas, brillantes, ruidosos, ensangrentados.
Agitada, Malintzin despierta a sus siete años habiendo soñado algo tan raro como estremecedor: una luz cruzaba el cielo, lo incendiaba. Su ruido todo lo ensordecía. El agua golpeaba las costas y de ellas salían hombres, emplumados, metálicos, con olor a sal y gusto apiedra. Los venados gigantes que los transportaban, aplastaban todo a su paso. Salió corriendo a contarle a su padre. Él con mirada calma le dijo: “el mundo se termina este año” y señaló el universo que estaba siendo atravesado por un cometa.
Nada sabían los aztecas sobre aquel pie pesado que Colón dejaba caer en tierra Caribe. De la cruz y los ríos que se mezclarían con oro y sangre. En Tenochtitlán,esas caras angulosas seguían cosiendo ropa, haciendo loza con sus manos y pucheros con el trabajo de meses. Nada decían las maderas que tallaban ni los metales que fundían y formaban, de la llegada de Don Cristóbal. Sólo hablaban del fin de una era más, en la que todo lo usado se rompía para dar lugar al nacimiento de lo nuevo. Romper lo viejo. Aguardar lo nuevo.
Su padre había muerto, su madretambién. Los ocho signos del fin del mundo se mezclaban en sus sueños. Terremotos, el agua del Texcoco hirviendo. Todo, todo, convivía en su mente junto a la imagen del hombre de piel blanca y de idioma extraño que la acechaba en sus sueños de esclava.
Cuál no sería su sorpresa al salir del mar un día y encontrarse cara a cara con aquél Hernán Cortés de pelo negro y piel blanca, fría, de...