Marco Teórico Bienal

TEXTO CURATORIAL
BIENAL ARTE Y SEXO
Por Juan Carlos Sánchez
Equipo Pornotopía

Obsceno. Tras una breve cortina yace la vulva de Courbet, labios henchidos, acalorados, rezumando la humedad de un orgasmo reciente o por venir. Le sigue el hueco profundo de un ombligo y algo más allá, despunta la tesura de un pezón. Los espectadores aguardan como en un rito a que la mano de Khalil Bey, dueño decasa, se decida a descorrer el velo y lanzarles en el rostro la imagen que hace un momento escondía celosamente. Solo a unos pocos está reservado el privilegio de asomar la mirada hacia lo obsceno (lo que está fuera de escena), porque en la casa del diplomático egipcio se guardan las composturas, se respetan los modos y las maneras. Una vulva no se deja al descubierto así como así, porque de locontrario pierde aquel carácter de obscenidad que debe guardarse para mantener el goce que le corresponde a su mirada. Eso ocurría en 1866, pero continuó ocurriendo después, cuando la obra pasó de coleccionista en coleccionista hasta que llegara a las manos de Lacan, quien obediente al designio colgó el cuadro, preocupándose de esconderlo bajo un paisaje campestre del mismo Courbet. El rito semantuvo intacto: la representación del sexo femenino como en un meat shot pornográfico persistió obsceno, proscrito, pero igualmente atractivo en su propia obscenidad. Los herederos de Lacan saldaron sus deudas con el fisco francés donando el cuadro al Estado y en 1995 este fue expuesto en las salas del Museo de Orsay. La vulva sudorosa, la vagina expuesta inicia una segunda vida pública, entrando pordecreto estatal en escena como una obra más de las obras del pintor, como una de las postales mejor compradas por los turistas. Ciento treinta años después el así llamado Origen del mundo perdía su carácter inicial y su goce se tornó público, museístico, a despecho de los velos y los cerrojos que lo habían cubierto. Si en un principio se requería de la parsimonia ritual para apreciar la obra, hoypodría enmarcarse una reproducción para colgarla en la pared del comedor, y mientras se come pan con palta a la hora de once, lanzar algún comentario acerca de las pinceladas de Courbet con la despreocupación de quien habla del clima. La vagina, por cierto, sigue ahí; lo que ha cambiado es la mirada.
El lugar que le cabe a la representación del sexo en el arte no es un problema exclusivamenteartístico. El asunto no se resuelve discutiendo sobre técnicas, materialidades, formas, colores y figuras retóricas. Si esa discusión es relevante (como lo es), su importancia radica en el carácter del objeto, en la manera en que un ano, un pene, una vagina, un acto o un comportamiento sexual son ubicados en el ámbito de lo visible o de lo no visible para satisfacer cierta mirada. Se trata de unproblema de obscenidad. El famoso Código Hays que normó las producciones cinematográficas hollywoodenses en la década de 1930 prohibía explícitamente que los actores mostrasen sus ombligos a la cámara. Veinte años después, la esposa del senador Hays, a propósito de su juicio por divorcio, declaró que su marido reclamaba penetrarla por el ombligo y que mantenía en secreto una colección masturbatoriade fotografías que retrataban esa porción anatómica. Lo que se decreta como obsceno responde a los goces, a los placeres y a las culpas incluso de quien tiene el poder para imponer una mirada. Representar al sexo (como representar ombligos) no es un gesto que se circunscribe netamente al terreno artístico, es un acto subversivo desde el arte hacia las estructuras discursivas que pugnan por normarlo que es representable.
Traer a escena lo obsceno. En la confrontación entre el objeto y la mirada no hay lugar para inocencias porque la codificación que nos enseña cómo mirar nunca es desinteresada. Hay un alguien que dictamina, que se protege, que norma con el objeto nunca explícito de salvaguardar su posición de poder. Lo que es bueno y correcto se instaura con tal seguridad que termina...