Maria

Páginas: 355 (88638 palabras) Publicado: 2 de julio de 2015
María (Jorge Isaacs)
Autor: Jorge Isaacs
A los hermanos de Efraín
He aquí, caros amigos míos, la historia de la adolescencia de aquél a quien tanto amasteis y que ya
no existe. Mucho tiempo os he hecho esperar estas páginas. Después de escritas me han parecido
pálidas e indignas de ser ofrecidas como un testimonio de mi gratitud y de mi afecto. Vosotros no
ignoráis las palabras que pronuncióaquella noche terrible, al poner en mis manos el libro de sus
recuerdos: «Lo que ahí falta tú lo sabes; podrás leer hasta lo que mis lágrimas han borrado». ¡Dulce
y triste misión! Leedlas, pues, y si suspendéis la lectura para llorar, ese llanto me probará que la he
cumplido fielmente.

Capítulo I
Era yo niño aún cuando me alejaron de la casa paterna para que diera principio a mis estudios en elcolegio del doctor Lorenzo María Lleras, establecido en Bogotá hacía pocos años, y famoso en toda
la República por aquel tiempo.
En la noche víspera de mi viaje, después de la velada, entró a mi cuarto una de mis hermanas, y sin
decirme una sola palabra cariñosa, porque los sollozos le embargaban la voz, cortó de mi cabeza
unos cabellos: cuando salió, habían rodado por mi cuello algunas lágrimassuyas.
Me dormí llorando y experimenté como un vago presentimiento de muchos pesares que debía sufrir
después. Esos cabellos quitados a una cabeza infantil; aquella precaución del amor contra la muerte
delante de tanta vida, hicieron que durante el sueño vagase mi alma por todos los sitios donde había
pasado, sin comprenderlo, las horas más felices de mi existencia.
A la mañana siguiente mi padre desatóde mi cabeza, humedecida por tantas lágrimas, los brazos de
mi madre. Mis hermanas al decirme sus adioses las enjugaron con besos. María esperó
humildemente su turno, y balbuciendo su despedida, juntó su mejilla sonrosada a la mía, helada por
la primera sensación de dolor.
Pocos momentos después seguí a mi padre, que ocultaba el rostro a mis miradas. Las pisadas de
nuestros caballos en el senderoguijarroso ahogaban mis últimos sollozos. El rumor del Sabaletas,
cuyas vegas quedaban a nuestra derecha, se aminoraba por instantes. Dábamos ya la vuelta a una de
las colinas de la vereda en las que solían divisarse desde la casa viajeros deseados; volví la vista
hacia ella buscando uno de tantos seres queridos: María estaba bajo las enredaderas que adornaban
las ventanas del aposento de mimadre.

Capítulo II
Pasados seis años, los últimos días de un lujoso agosto me recibieron al regresar al nativo valle. Mi
corazón rebosaba de amor patrio. Era ya la última jornada del viaje, y yo gozaba de la más
perfumada mañana del verano. El cielo tenía un tinte azul pálido: hacia el oriente y sobre las crestas
altísimas de las montañas, medio enlutadas aún, vagaban algunas nubecillas de oro, comolas gasas
del turbante de una bailarina esparcidas por un aliento amoroso. Hacia el sur flotaban las nieblas
que durante la noche habían embozado los montes lejanos. Cruzaba planicies de verdes gramales,
regadas por riachuelos cuyo paso me obstruían hermosas vacadas, que abandonaban sus sesteaderos
para internarse en las lagunas o en sendas abovedadas por florecidos písamos e higueronesfrondosos. Mis ojos se habían fijado con avidez en aquellos sitios medio ocultos al viajero por las
copas de añosos gruduales; en aquellos cortijos donde había dejado gentes virtuosas y amigas. En
tales momentos no habrían conmovido mi corazón las arias del piano de U***: ¡los perfumes que
aspiraba eran tan gratos comparados con el de los vestidos lujosos de ella; el canto de aquellas aves
sin nombre teníaarmonías tan dulces a mi corazón!
Estaba mudo ante tanta belleza, cuyo recuerdo había creído conservar en la memoria porque
algunas de mis estrofas, admiradas por mis condiscípulos, tenían de ella pálidas tintas. Cuando en
un salón de baile, inundado de luz, lleno de melodías voluptuosas, de aromas mil mezclados, de
susurros de tantos ropajes de mujeres seductoras, encontramos aquella con quien...
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