Martes con mi querido profesor
No se necesitaba ningún libro, pero se cubrían muchos temas, entre ellos el amor, el trabajo, la comunidad, lafamilia, la vejez, el perdón y, por último, la muerte. La última lección fue breve, de sólo unas pocas palabras.
En lugar de ceremonia de graduación se celebró un funeral.
Le llegó su sentencia demuerte en el verano de 1994. Volviendo la vista atrás, Morrie ya supo mucho antes que se le venía encima algo malo. Lo supo el día en que dejó de bailar.
Cuando tenía sesenta y tantos años empezó a sufrirasma. Respiraba con dificultad. Un día, iba caminando por la orilla del río Charles y una ráfaga de aire frío lo dejó sin respiración. Lo llevaron urgentemente al hospital y le inyectaron adrenalina.Algunos años más tarde empezó a costarle trabajo caminar. En la fiesta de cumpleaños de un amigo tropezó inexplicablemente. Otra noche, se cayó por las escaleras de un teatro y sobresaltó a unpequeño grupo del personas.
Por fin, un día caluroso y húmedo de agosto de 1994, Morrie y su esposa, Charlotte, fueron a la consulta del neurólogo y éste les pidió que tomaran asiento antes de darles lanoticia: Morrie tenía esclerosis lateral amiotrófica (ELA), la enfermedad de Lou Gehrig, una enfermedad brutal, despiadada, del sistema neurológico.
Pasó casi dos horas con Morrie y con Charlotte,respondiendo con paciencia a sus preguntas. Cuando ya se marchaban, el médico les dio alguna información sobre la ELA, unos folletos pequeños, como si estuvieran abriendo una cuenta corriente en unbanco. Cuando salieron a la calle brillaba el sol y la gente se dedicaba a sus asuntos.
Mientras mi viejo profesor buscaba respuestas, la enfermedad se iba apoderando de él, día a día, semana a...
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