Mito de paris y helena.

Páginas: 8 (1838 palabras) Publicado: 29 de julio de 2013
La boda de Tetis, la diosa marina, y de Peleo, rey de Tesalia, iba a ser celebrada pronto en el Olimpo.
—¡Organicemos un banquete suntuoso! —declaró Zeus.
—¡Invitemos a todos los dioses! —agregó Hera, su esposa.
—¿A todos? Ah, no. No hay que invitar a la Discordia.
La Discordia, también llamada Éride, no era una divinidad amable: allí donde estaba presente, no sabía más que sembrar peleas,perturbaciones y conflictos. Zeus y Hera pocas veces se ponían de acuerdo. Pero en esta oportunidad, compartieron la opinión: ¡Discordia no sería invitada a la boda!
La fiesta fue alegre: todo un éxito. Afrodita, Atenea y todas las divinidades del Olimpo conversaban alegremente mientras el be­llo Apolo cantaba, acompañado por el coro de las musas.
Ahora bien, la Discordia rondaba cerca delpalacio. Ofendida por haber sido dejada aparte, pensaba en la manera de vengarse. Aprovechando un momento de distracción de los convidados, se deslizó hacia la sala del banquete y dejó sobre la mesa una magnífi­ca manzana de oro en la que había escrito: PARA LA MÁS BELLA.
En cuanto hubo desaparecido, Hera vio la manzana.
—¡Qué maravilla! —exclamó—. ¿Quién me ha traído este regalo?
—¿Me permites?—dijo Afrodita apoderándose de la fruta—. Es claro que me está destinada: ¿acaso no soy la diosa de la belleza?
—Despacio —se interpuso Atenea—. Pretendo que me corres­ponde con todo derecho. ¿Tú no has afirmado siempre, padre, que yo era la más bella? —concluyó volviéndose hacia Zeus.
El rey de los dioses se encontró en un aprieto: por cierto, Atenea era su hija preferida. Pero, al elegirla, teníamiedo de irritar su esposa. Y no quería que se enojara Afrodita.
—Bueno, ¿qué piensan nuestros invitados?
¡Era la pregunta que no debía hacerse! Se expresaron las opiniones más diversas. Cada uno eligió, para halagarla, a la diosa cuya protección o amistad deseaba obtener. Nadie estaba de acuerdo. Escondida no lejos de allí, la Discordia se frotaba las manos.
—¡Dejen de pelear! —tronó Zeusreclamando silencio—. Aquí nadie puede ser juez con objetividad. Irán, por tanto, las tres al monte Ida. Hermes las acompañará con la manzana. Se la confiará a un pastor que se la dará a quien juzgue más bella. ¡Y su opinión será ley!
Había hablado Zeus. Su decisión, además, convenía a las tres diosas: ¡cada una estaba muy segura de que ganaría!



Aquel día, en el monte Ida, el que estabahaciendo pastar a su rebaño era el joven y seductor Paris. Ahora bien, Paris no era un pastor como los demás... Justo antes de dar a luz, su madre, Hécuba, soñó que paría una roca incendiada que destruía la ciudad de Troya, de la cual su esposo, Príamo, era el rey.
—¡Ay, este presagio es claro! —exclamó este—. Nuestro hijo provocará la destrucción de nuestro reino. ¡En cuanto nazca, lo mataremos!La futura madre simuló aceptar. Pero le encargó a un sirvien­te la triste tarea de abandonar al bebé en el monte Ida, y traer consigo el cadáver de otro niño. Príamo no se enteró de nada: creyó que su orden había sido ejecutada. Hécuba, por su parte, rogaba a los dioses para que su hijo fuera descubierto y salvado.
Y eso ocurrió: el bebé fue hallado por una osa que, en vez de devorarlo, loamamantó. Más tarde, un buen pastor lo encontró, lo adoptó y lo llamó Paris.
Un día, ya adulto, Paris se dirigió a Troya para participar en unos juegos a los cuales asistieron Príamo, su esposa Hécuba y si hija, la joven Casandra. El valor de ese muchacho los deslumbró.
—¡Ese desconocido saca ventaja a todos sus adversarios! -exclamó Príamo—. ¿Es posible que sea el hijo de un simple pastor?
Ahorabien, Casandra poseía el don de la adivinación. En cuanto vio al joven, supo enseguida de quién se trataba:
—No —afirmó palideciendo—. ¡Es tu hijo... y mi hermano!
Príamo llamó a Paris y convocó al que lo había educado. Su investigación fue rápida, ¡la verdad se manifestó! Y el rey estaba tan contento de haber encontrado a su hijo que se olvidó de la profecía del sueño de su esposa.
Una vez...
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