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Desde hacía varios años, Ariel y Jorge eran conocidos en su barrio por la cálida amistad que los unía. Sus paseos por las plazas y sus diálogos acerca de la vida eran infaltables las tardes desábado.
Aquella figura de una sana amistad que siempre anima y recomienda no faltaba en su desarrollo como personas.
Ambos estudiantes del bachillerato, unían fuerzas y talento en pos de la meta deljoven que pretende, si no trascender los límites, al menos alcanzar lo estipulado.
En plena mocedad, con 17 años los dos, estaban a un año de concluir sus estudios básicos.
Jorge era más bienreflexivo y de un temperamento envidiable. Por el contrario, Ariel, nuestro personaje épico en la ocasión, siempre cedía ante poca insistencia, su personalidad resultaba frágil debido al poco interés queprestaba a conocer más de lo usual pese a su agrado por las conversaciones acerca de temas de la vida.
Como uno más entre tantos estudiantes paraguayos, Ariel también debía trabajar para alivianar lacarga a su abnegada madre. Así, por la mañana estaba como asistente informático en el municipio de su ciudad. Por las tardes, antes de ir al colegio, el afecto maternal no cedía su turno y aconsejabasabiamente, con la voz de la experiencia, a su querido hijo, convirtiéndose en reunión familiar el momento en caso de que su hermana menor, tan querida por él, abandonara el teclado del teléfono paracompartir.
Sus días rutinarios concluían y empezaban de manera siempre similar: simple y sencilla, pero segura y sin riesgos como quien poco pretende y con poco se contenta. En uno de esos tantos,Ariel y Jorge, regresando del colegio, repararon en un nuevo grupo de jóvenes que comenzaba a juntarse en la esquina de su casa.
Sin desvaríos, la rutina de ambos, asociada en no pocos aspectos,seguía su mismo tenue curso.
Jorge solo habrá pensado en cambiar el itinerario de ahora en más o simplemente apurar el paso al cruzar frente a ellos. Por otro lado, la inquietud y la atracción por lo...